Capitulo 6

— Celegrom, —dice Morgana feliz, corriendo hacia él— sabía que jamás me dejarías plantada.

Camina hacia ella, la abraza fuerte sonríe y la abraza dulcemente.

Le corresponde el abrazó y lo besa con pasión, como si él se le fuera a desvanecerse entre sus brazos.

Felices por su encuentro sin ser precavidos de sus alrededores, detrás de los arbustos se encontraba Lumiere observando escuchando lo que decían la feliz pareja.

 —Te extrañamos  —dice Morgana mientras unas lágrimas ruedan por sus mejillas.

 —También los extraño —dijo Celegrom  mientras seca sus lágrimas con dulces besos.

Se separan, sentándose en la hermosa alfombra de flores azules que le ofrecía la madre naturaleza.

 —Mi hermosa luna,   —dice Celegrom — estaremos pronto en conseguir la victoria en esta guerra y regresare a tú lado.

Lo mira esperanzada juntado sus manos con las de él.

 —Mi valiente caballero—dice Morgana dulcemente —. Ya han pasado dos meses, mi padre me obligó a casarme con Lumiere unas semanas después que te fuiste a la zona de guerra.

Lo mira sintiéndose afligida. Suspira.

 —Nos fugaremos juntos apenas regrese a mi pueblo natal — dijo Celegrom esperanzado —así formaremos nuestra familia los tres como siempre deseamos.

Cinco días después...

En esa misma mañana  se encuentra Morgana en el comedor lista para desayunar. Se escucha un alboroto, los guardias de un lado para otro; mira detenidamente por el marco del comedor, afinando su vista para así  lograr visualizar en el jardín a su padre entrar tantas personas.

 —En el jardín a estas horas, que raro  —dice Morgana en modo pensativa.

—Mi querida niña, el desayuno es la comida más importante y más en tu estado— dice con voz burlona riendo se ah carcajadas, mofando se de su padre.

 —Buenos días  —dijo Lumiere—, cualquiera que la viese así riéndose sola, pensará que está usted un poco loca. — Le guiña un ojo, abriéndose paso por el comedor hasta llegar a su puesto en la enorme mesa de éste.

Pero esas carcajadas son cortadas en seco, con una mueca de aborrecimiento al oír su voz.

 —Buenos días  —dice Morgana—, no me importa el qué dirán —se mofa enojada, caminando hasta Lumiere tomando asiento a su lado.

 —Si ya me he podido dar cuenta de ello por tu última hazaña —dice Lumiere con voz de enfado.

 — ¿De qué me está hablando usted, Señor? —dijo Morgana mirándole con confusión, moviéndose en su silla un poco nerviosa.

 —Nada, lo dije más para mí  —dice Lumiere y carraspea la garganta—, esperemos a tú padre para desayunar mi querida esposa.

 —Lastimosamente, esposa sí —dijo Morgana—, tuya jamás.

 Lo mira con desprecio.

 —No será hoy o quizás mañana… pero algún día serás mía y tu amor será completamente para mí, lo juro  —dice Lumier y  ríe maliciosamente para sus adentros.

Lo mira sulfuradamente, se le levanta de golpe haciendo tambalear la silla, corriendo tres puestos de él ignorando por completo sus palabras.

El ambiente se pone tenso.

Transcurren unos pocos minutos...

Se hace un silencio incómodo, que se podía escuchar  el alboroto del cuarto de cocina.

Se escuchan pasos con fuertes alaridos, afuera provenientes del gran jardín trasero, haciéndose cada vez fuertes que sus pasos de adentraban al castillo hasta llegar al marco.

Mira hacia el marco que da la entrada al comedor...

 — ¿Qué hace el aquí?—dice Morgana, suspira pesadamente. — ¿Qué estará pasando ahora?

Entra la servidumbre colocando la mesa y su respectivo banquete está.

 —Buenos días  —dice el rey Abaduel  mientras sonríe alegremente.

Camina mientras señala el asiento que se encuentra a su derecha.

 —Buenos días, reina Morgana  —dice Celegrom, haciendo una reverencia sin mirarla a los ojos caminado a el lugar que le ha indicado.

—Desayunemos o se enfriará, hoy será un día un poco agitado  —dice el rey Abaduel—, casi lo olvidó tengo un acontecimiento que contarles.

 Todos en el salón lo miran con mucha atención; hace un gesto con las manos para que continúen comiendo.

El desayuno transcurre con mucha normalidad.

 —Los cite a todos aquí a desayunar para darles una gran noticia y la decisión que tome para las cuadrillas que partirán el día de hoy.

Lo observan con mucha atención para que continúe su ridícula charla.

“¿Pero que hace Celegrom aquí?, no debería estar en el campamento… algo pasa y no me gusta para nada” pensó ella para sí.

Sale de sus pensamientos para prestarle atención a las palabras de su padre.

 —Los orcos y los trolls nos superaron en números en batalla   —dijo el Rey Abaduel— gracias a la unión de los dos reinos, tenemos un excelente número de soldados y con esto haremos que esta guerra entre criaturas se culmine. Se levanta haciendo rechinar su silla al rodarla, caminando a su derecha dándoles unas palmadas en la espalda a Celegrom sonriéndole felizmente; mi mejor guerrero de total confianza, tus padres estarían muy orgulloso y por eso tú estarás al frente de las cuadrillas de soldados que partirá hoy.

 —Sí, mi rey  —dice Celegrom  asistiendo con su cabeza.

Se escucha un estruendoso golpe, en la mesa.

 —¿Qué?, no, no y no padre, ya enloqueciste—dice Morgana golpeando nuevamente y con fuerza la mesa haciendo la vibrar.

 —Más respeto aunque seas reina  —dijo el rey Abaduel—, sigo siendo tu padre y la decisión está tomada.

Se levanta rápidamente y con el impulso la silla cae al suelo.

 —Morgan Farells  —dice su padre —, ese no es el comportamiento de una reina.

 — ¿Comportamiento de una reina padre?  —dijo Morgana levantado la voz y hablando con firmeza — ¿para eso sí soy una reina? , más no para consultarme decisiones respecto al reino y las estrategias sobre la guerra.

Ella camina a pasos fuertes al lado de Celegrom, mirando a su padre con dureza.

 —Mi querida niña— dice Abaduel pasivamente—, en tu estado no es bueno que te alteres y menos puedes haces movimientos bruscos. ¿Podríamos calmarnos?

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