Raina no tenía muchos amigos y solo chateaba con uno. Pero justo esa persona había provocado un gran malentendido.

Cuando vio el mensaje, Raina quedó impactada.

Entró otro mensaje.

“¿Tú también estás aquí?”

A Raina le tembló la mano. ¿Eso quería decir que esa persona también estaba ahí? ¿Era tanta la coincidencia?

Siempre se habían escrito por chat, pero nunca se vieron en persona. Una vez él propuso encontrarse, Raina lo rechazó y él no volvió a tocar el tema.

Pudieron seguir como amigos en línea tantos años porque él sabía guardar distancia: nunca la incomodó ni cruzó límites.

Llegó un tercer mensaje.

“Yo también estoy en Sedona, muy cerca de ti, así que... ¿nos vemos?”

Preguntó con cautela, pero la respuesta de Raina sería un no rotundo. Antes no quiso verlo, y ahora menos tenía razones.

En estos dos días también decidió que ya no hablaría más con él. Ese malentendido le dejó claro que la red y la vida real no eran lo mismo.

Raina movió los dedos y empezó a escribir en el chat: “De