Amarte es mi condena. Cap. 11: ¡Él es incapaz!
Los mineros se organizaron y escogieron a tres personas, los hombres de más edad, y con mayor experiencia en esas cosas, de inmediato esos individuos escoltados por los hombres de Arismendi se aproximaron a la camioneta.
—Doctor, escuchamos su propuesta.
Salvador bajó el vidrio, los miró con seriedad.
—Les propongo un salario digno, el mismo que ganan los empleados de la mina, a más de las prestaciones legales, y del seguro que deben tener en caso de accidentes, sus hijos pueden estudiar en las escuelas y colegios que hemos construido en la comunidad, sin pagar nada, y tengo un convenio con una universidad, los más grandes cuando se gradúen tienen acceso a becas.
—¿Y todo eso es real? ¿Quién nos garantiza que luego nos van a salir con un montón de cuentos?
—¡Ya nos han engañado!
—Entiendo su malestar, y comprendo la desconfianza, yo soy un hombre de palabra, y todo lo que les ofrezco quedará estipulado en sus respectivos contratos de trabajo que serán sellados ante el ministerio de