Han pasado dos semanas, dos semanas que han sido las peores de mi vida. Solo recibo insultos y maltratos de Maximo y, para rematar, me dijo que tenía que colaborar organizando su boda con la "modelucha". Llego a mi casa y me paro en seco al ver quién es.
- ¿Qué haces aquí, Matías? - le suelto con rabia.
- Llevas días sin ir al club - entra a la casa y se sienta.
- Hey, yo no te dije que pasaras.
- Pues ya entré - ruedo los ojos.
- No voy a volver - le suelto.
- No quiero que vuelvas a bailar, solo te quiero para mí - eso jamás pasará, cariño.
- Tampoco quiero estar contigo. Déjame en paz. Todo lo que tú tocas lo pudres - le grito desesperada. Él se levanta y toma mis hombros con fuerza.
- Tú vas a hacer lo que yo te ordene, porque tú eres mía y de nadie más - me suelto como puedo y le digo.
- No, eso jamás. ¡Largo de mi casa y largo de mi vida! - sin esperarlo, Matías me suelta un golpe en la cara, haciendo que caiga al suelo. Me toco la parte lastimada y me doy cuenta de que tengo san