Sabía que Alissa no deseaba ir a la fiesta. Por supuesto que notaba su nerviosismo e incomodidad. Estuve tentada a decirle que podía quedarse, pero me detuve antes de las palabras salieran de mi boca.
Manejé por las calles de la ciudad, rozando el límite de velocidad. Eso siempre me despejaba la mente y era justo lo que necesitaba para llegar con los ánimos renovados a la discoteca.
Saludé y le presenté a Mike a mi hermana, fingiendo estar de un humor que realmente no sentía. Debía mostrarme como usualmente, una chica alegre y alborotada, una joven llena de vitalidad y entusiasmo. Aunque por dentro volvía a ser la misma chica pesimista que ni siquiera podía luchar por su futuro.
Mi mejilla seguía ardiendo, pero gracias a la magia del maquillaje, no debía preocuparme por que alguien lo notara. Tuve que tapar las pequeñas marcas de las uñas de mi madre en mi cuello con el cabello, aunque sabía que el movimiento podría dejarlas en evidencia, por lo que también las disimulé con maquillaje