Capítulo 5

Sentía vergüenza de ver a mi hermana a la cara. Una verdadera y total vergüenza de siquiera estar en el mismo sitio, respirando el mismo aire. Había estado evitándola un poco los últimos días, no es que fuera muy difícil. Recuperarse del coma era algo que le tomaría mucho tiempo. Sabía que estaba mejorando, su cuerpo poco a poco recuperaba su movilidad y su estado de ánimo ya no era tan lamentable. Pero todo eso lo sabía gracias a Ethan, pues yo la había evitado los últimos días.

Había terminado teniendo relaciones en su apartamento, en su cama, con su pretendiente.

Era un asco de persona.

Estaba bastante consciente de que nadie podría ver con buenos ojos lo que había hecho. Digo, la primera vez fue un accidente, yo jamás había pensado que él podría estar relacionado con Alissa. La segunda vez, era todo por mi culpa.

No entendía muy bien que me pasaba con Adam, porque todo en mí reaccionaba de esa forma ante él.

Nos habíamos acostado, pero yo sentía una conexión, una química. Sentía que algo grande podía salir de nosotros dos.

Me había tomado un par de días volver al hospital, pero le había prometido a mi hermana que no la dejaría sola. Mucho menos dejarla a la voluntad de Charlotte.

Me había quedado desde bien temprano en la habitación de Alissa, en el hospital, hablando con ella e insistiendo en que viera el álbum que le había traído, pero se negaba. Dijo que no quería ver un montón de rostros sonrientes y desconocidos. No podía refutarle eso, pero ella no lograba entender lo importante que era para mí, para ambas, que ella recuperara sus recuerdos.

Intentaba entenderla, pero la verdad es que no lo lograba del todo.

Nunca lo lograría.

Le conté muchas cosas sobre mí, sobre nosotras, intentando darle información sobre ella disimuladamente. No quería que Adam me regañara por decirle cosas innecesarias.

Nuestro padre se unió a nuestra conversación. Era una persona muy severa y seria, pero yo era su princesa consentida. A veces sentía cierto rencor hacia él, por siempre mantenerse inmune ante las cosas que su esposa hacía, pero intentaba no juzgar sin conocer el panorama completo.

Estuvimos charlando un rato, hasta que noté que su cuerpo se tambaleaba, incluso en la camilla, su cabeza parecía dolerle. Era lo mismo que la primera vez que nos había visto.

Con una mirada, le di a entender a nuestro padre que fuera por ayuda.

Intenté consolarla, calmarla. Me disculpé mil veces mientras sentía las lágrimas quemar en mis ojos. No volvería a intentar que recordara, no cuando su reacción sería esta.

Era un fracaso, incluso cuando solo estaba intentando ayudarla.

Adam ingresó, su rostro demostraba cuan preocupado se sentía y su respiración acelerada. Vi cómo se acercó con desesperación a Alissa y la tomó de los hombros, intentando analizar que estaba mal.

—¿Estás bien, pequeña? ¿Todo en orden? ¿Te duele algo? Vine apenas me llamaron.

Intenté hablar, explicarle lo que había pasado, cuando lo noté. Él miraba a mi hermana con amor, con cariño. La veía como si fuera lo más hermoso que fuese visto nunca, como si ella fuese su luz en medio de la oscuridad.

Ella tenía su corazón, a mí sólo me utilizaba.

Él no me miraba con cariño, ni con deseo de protegerme. Me miraba con lujuria, con un frío deseo.

Alissa y yo podríamos ser pasadas por gemelas, si ella no hubiese pintado su cabello de negro. Éramos muy parecidas, pero él no me miraba como a ella.

Yo no era ella.

Y nunca lo sería.

Algo en mi pecho se rompió, como si miles de astillas se alojaran donde se encontraba mi corazón. Le había entregado mi cuerpo, pero a él no le importaba.

Recordé algunas escenas de la noche de la discoteca, él me había llamado por su nombre. Había dicho el nombre de mi hermana mientras yo le entregaba mi virginidad.

Yo lo admiraba como persona, mientras que él sólo veía un cuerpo parecido al de su amada.

Me retiré silenciosamente de la habitación, sintiendo las lágrimas quemar en mis ojos. Me quedé cerca de la puerta, pues sabía que podía encontrarme con mi familia a pocos pasos de distancia. Necesitaba calmarme, fingir que no me estaba rompiendo un poco más, cuando lo escuché.

—Cuando me preguntaste que éramos no pude responderte, Allie —comenzó con voz baja y suave—. Verás, he estado enamorado de ti durante muchos años, casi los mismos que tengo conociéndote. Cuando te conocí, tú no estabas lista para una relación seria, no estabas lista para entregarte a mí. Así que esperé. He estado esperando todo este tiempo a que me des una oportunidad. Hasta hace dos meses, que pude acercarme un poco más a ti. Creí que por fin tendríamos algo, incluso llegué a besarte una vez.

Sollocé en voz baja.

Él me atraía, pensé que también podía llegar a gustarle, que podríamos llegar a ser algo. Me di cuenta de que nunca fuimos nada, nunca signifiqué nada.

Mis pies comenzaron a moverse solos, escuché a mi hermano gritar mi nombre, pero no me detuve.

Una vez más, había sido un juego para alguien.

Me estaba rompiendo en miles de pedazos y no porque estuviera enamorada de Adam, no. Estaba destruida porque le había confiado mi cuerpo a una persona que no era capaz de valorarlo. Pensé en Joseph y concluí que él tampoco hubiese sido una buena opción, pero al menos él no me veía como la sombra de Alissa.

Yo no era Alissa.

Yo solo era Hannah, una chica buena con los números, modelo, amante de los dulces y de hornear. Sabía que era una chica complicada, mimada y fácil de enfadar, pero no me merecía ser tratada solo como la sombra, como aquello que nunca sería.

Como si yo no fuera suficiente.

Los días transcurrieron con normalidad. Evité a Adam todo el tiempo, cada vez que intentaba acercarse a mí, lo ignoraba y me iba a otro sitio. Incluso se había hecho una rutina, desaparecer apenas lograba visualizarlo.

Él lucía confundido cada vez que huía de él, como si no pudiera entender que había hecho mal.

Hoy le darían el alta a Alissa, nuestras cosas ya estaban en la parte posterior de la camioneta, mientras que esperábamos la firma de Adam para poder irnos.

No regresaría jamás a esa ciudad.

Dejaría todo atrás, quedaría como una mala y absurda experiencia. Una aventura fallida. No tenía que olvidarme de todo, solo no darle tanta importancia a la gente imbécil.

—Hannah —me llamó, sacándome de mis pensamientos. Me había despistado y se encontraba cerca de mí.

Era el momento perfecto para huir de la escena.

Me di media vuelta, sin intención de hablar con él, pero me tomó del brazo y me arrastró por todo el pasillo, por más que pataleé. No grité porque no quería alterar a los ingresados ni al personal, pero intenté zafarme, hasta que mi brazo empezó a doler debido a su fuerte agarre. Adam no se dio cuenta, pero estaba lastimándome.

Entramos a una de las habitaciones vacías. Él cerró la puerta con calma, viéndome con seriedad. Después de asegurarse que no iba a escapar, me soltó. Su rostro denotaba lo cansado que estaba, a la vez que toda su frustración. Sus pobladas cejas parecían querer unirse por el resto de sus vidas, sus sensuales y deliciosos labios se encontraban fruncidos en una tensa línea.

—Déjame ir —le exigí, con la rabia marcada en mi voz.

Me froté ligeramente el brazo, ahí donde su agarre había dejado marcas en mi piel. Era la desventaja de ser tan blanca como el papel, cualquier cosa podía dejarme marcas.

—No hasta que hablemos —respondió. Cuando vio el desastre que se había convertido mi brazo, tuvo la decencia de lucir arrepentido, pero no se disculpó.

—No hay nada de qué hablar.

—Claro que sí. ¿Por qué estás evitándome?

—No estoy evitándote —dije, aunque ambos sabíamos que mentía.

—Por favor, Hannah. Habla conmigo —me pidió con desesperación, su frente se arrugó, mientras sus ojos estaban fijos en los míos —. ¿Qué hice mal? Solías estar tras mi culo todo el tiempo, pero desde hace unos días apenas y te veo.

—¿De verdad me preguntas que hiciste mal? ¡No puedes ser tan cínico!

—¡Entonces dime! Dímelo y ya, maldita sea.

—¡La amas a ella! —grité, sintiendo como mi corazón se agrietaba un poquito más, mientras que mi orgullo sangraba.

—¿Qué? —él parecía perplejo, totalmente petrificado.

—Me usaste. Todo este tiempo me usaste, pero sólo la amas a ella. ¿No es así? —sentí como algunas lágrimas bajaron por mi rostro.

—No te usé, Hannah —replicó.

—¿De verdad? Pues eso no es lo que parece —él parecía querer decirme algo más, pero no se lo permití—. Amas a Alissa, te escuché declarándote. Y lo entiendo, en serio que sí, pero no digas que no me utilizaste. Como no podías tenerla a ella, pues te quedaste con quien tenía su mismo rostro.

—No diré que no la amo, pero las cosas no son así.

—¡Dijiste su nombre mientras me hacías el amor! —grité, perdiendo los estribos—. Pensaste en ella. Usabas mi cuerpo mientras pensabas en ella.

—Hannah...

—No soy ella, Adam. Y nunca lo seré.

Me retiré, mientras sentía las lágrimas correr por mi rostro.

Adam me había lastimado, pues de alguna extraña forma, confiaba en él. Me había parecido una persona admirable, me sentía atraída hacia él. Había mantenido algunas ilusiones, creí por un momento, que él podría verme como realmente soy. No como la fachada de modelo que a diario usaba, no como la princesa de un imperio que no quería.

Yo quería que alguien me viera tal y como soy, que se interesara en mis intereses, en mis cosas buenas. Alguien a quien mostrarle mis defectos y no huyera, sino que se quedara y aprendiera a amarlos. Que me enseñara a amarlos también.

No me gustó sentirme como una muñeca usada.

Yo era una modelo codiciada, sabía que era bonita y que mi cuerpo llamaba la atención de los hombres. Por eso buscaba a alguien que viera más allá de eso, que me amara por quien soy y no por lo que aparentaba ser.

Creí que Adam sería distinto.

Creí demasiado.

Nos marchamos de la ciudad y ni siquiera me había atrevido a despedirme de Adam, pero la verdad es que no quería volver a verlo.

Se quedaría como un aprendizaje, una enseñanza para nunca volver a caer en ese juego.

Alissa se encontraba en casa después de muchos años. Apenas y se veía cómoda a pesar de estar en su habitación, la cual seguía justo como ella la había dejado.

Me quedé un rato conversando con ella, intentando soltarle información sin ser muy obvia. Quería ayudarla, de verdad quería ayudarla.

No dejaría que Charlotte Hart se saliera con la suya.

A la hora de la cena, apenas y toqué mi plato. Usualmente no comía demasiado, pero los últimos días había estado con menos apetito. Quizás fuera la presión y el estrés.

Mañana volvería a la universidad, volvería a mi rutina. Volvería a ver a Dean y a Sean, mis mejores amigos. La parte mala, es que también volvería a ver a Joseph...

Estúpido y sensual profesor.

Había tenido algunos momentos calientes con mi profesor de estadística, pero nunca había llegado muy lejos, no me lo permitía.

Él decía amarme, pero la verdad es que yo no confiaba en su palabra. Por el momento, evitábamos vernos en la universidad, ya que no sería bien visto tener una relación con mi profesor.

Por eso nos veíamos a escondidas, algunas veces. No muy seguido para no levantar sospechas.

Él siempre insistía en llevarnos al siguiente nivel, siempre hablaba sobre que no me esperaría eternamente. Sabía que solo quería utilizarme, sabía muy bien cuales eran sus intereses.

Ahora que mi pequeño problema de virginidad había desaparecido, supongo que podía considerar sus propuestas.

Lo quería, estuve enamorada de él en mi adolescencia, o al menos creía estarlo, pero lo nuestro era una relación, si es que podía llamarse así, abierta. Él podía salir con otras chicas y yo no tenía problema con ello, al menos de eso trababa de convencerme.

Sin embargo, antes no era así.

Había estado enamorándome como toda una tonta, cayendo ante sus encantos, cuando lo conseguí con otra estudiante, besándose.

Fue mi primera experiencia con un corazón roto, pero él me gustaba tanto que lo perdoné, dejando como condición tener una relación abierta y sincera, por parte de ambos.

Adam quedaría en el olvido. Ni siquiera tenía que mencionarlo con mi profesor, pues fue tan insignificante, que no valía la pena.

No volvería a pensar en él.

En ese momento no lo sabía, pero una pequeña sorpresa pondría mi vida patas arribas.

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