24. Pide tus deseos
Sus dedos viajan desde mi clítoris, hasta mi entrada, en un juego maldito, que me hace jadear y retorcerme. Su aliento sobre mis muslos me tiene vuelta loca, por lo que arqueo mi espalda y levanto mis caderas, para que haga algo y alivie esta necesidad de sentir su lengua, donde convergen mis piernas.
Cuando da la primera lamida y toca ese punto que estaba expectante de su lengua, siento escalofríos por toda la columna, que sube y vuelve a bajar, para convertirse en una danza de sensaciones.
—Eres deliciosa, Emilia... —dice con una voz ronca de deseo, mientras sigue lamiendo, chupando y succionando sin detenerse. Uno de sus dedos vuelve a jugar en mi entrada, hasta que lo siento entrar en mí y gimo tan fuerte que no me importa nada.
—Felipe…—gimo con fuerza.
Mi respiración es cada vez más agitada, las sensaciones que me provoca ese juego entre su boca, su lengua y sus dedos, están al borde de llevarme al clímax.
—Sigue… —Pido en un jadeo y por inercia mis caderas comienzan a moverse ju