Un Marido Enojado

La luz tenue de la lámpara de noche recortaba los contornos del rostro dormido de Dante, apoyado contra el borde de la cama, aún con la camisa arrugada y la barba sombreando su mandíbula. Serena abrió lentamente los ojos, parpadeando mientras la habitación tomaba forma. El silencio era profundo, interrumpido solo por el sonido regular del respirador del monitor y el leve murmullo del pasillo.

Intentó incorporarse con cuidado, pero el movimiento le recordó el peso de su cuerpo adormecido y la punzada suave en el vientre. Giró la cabeza y lo vio -a su esposo- dormido en una postura incómoda, con la cabeza sobre su brazo y una expresión agotada, como si no hubiera cerrado los ojos en días.

Sonrió con ternura y, sin pensarlo, dejó que sus dedos se deslizaran por su cabello oscuro, acariciándolo suavemente.

- Dante… - murm