Varias semanas de licencia y una joven heredera obsesionada con casarse en un gran apellido. Era imposible que Sofía pasara los exámenes de la universidad con facilidad.
—Señor Rivera, ¿de verdad no vamos a hacer nada por la señorita Valdés? —preguntó Javier.
—La escuela es un lugar para estudiar, no para hacer trampa —respondió Alejandro con frialdad—. Si ella no tiene las habilidades necesarias y aun así insiste en presentarse, eso es problema suyo.
—Sí, señor Rivera.
—Y asegúrate de avisarle a la escuela que bajo ningún concepto se le dará trato especial por ser de la familia Rivera.
—Entendido.
Mientras tanto, en la universidad…
—¿Se enteraron? ¡La nueva prometida del señor Rivera quedó fuera!
—¿Qué? ¿Tan rápido? ¿No se suponía que todavía no habían confirmado nada?
—Sí, sí, mi mamá trabaja en esta compañía y me contó que la señorita de la familia Márquez se fue con el rabo entre las piernas.
—Entonces… ¿tenemos alguna oportunidad?
—¡Qué broma! Es el señor Rivera, aunque no quedara