Alejandro pensó que Sofía lo estaba insinuando algo, así que respondió con calma, sin apurarse:
—Tú y yo somos prometidos. Vivir juntos no tiene nada de raro. Mi cama tiene espacio de sobra para tres personas, si tú quieres...
—Señor Rivera, si está intentando hacerse responsable por lo que pasó en el día, de verdad no hace falta. Yo entiendo, fue un arranque de enojo, actuó por impulso. Al final de cuentas, solo fue un beso. No le di mayor importancia.
Alejandro se quedó viéndola, creyendo haber escuchado mal.
—¿Dijiste que no le diste importancia?
—Por supuesto. Estamos en pleno siglo XXI, ¿no? Que un hombre y una mujer se besen ya no es algo escandaloso o inaceptable. Me besó, sí, pero no es para tanto. No me voy a morir por eso.
Alejandro se quedó en silencio.
Y luego, soltó una pequeña risa, sin humor.
¿Entonces el único que seguía dándole vueltas al asunto… era él?
—Tienes razón. Y yo que pensaba que la señorita Valdés valoraba su pureza como la vida misma. Vaya, que he exagerado