Niñera de mi propia hija
Niñera de mi propia hija
Por: Choryah
Prólogo

En frente de la mansión de los Collins, Amelia Green, una joven de veintidós años sentía su corazón casi salir por la boca, pues minutos antes había sido contratada para ser niñera de la pequeña Claire, su hija, que fue sacada de sus brazos recién nacida.

Amelia no estaba segura de cómo su vida se había vuelto tan caótica como para convertirse en la niñera del niño que ella misma había engendrado, pero ella sabía exactamente dónde empezó todo, y todo comenzó con él, Otto, un hombre mayor cuya apariencia era fascinante.

Otto Middle llamaba la atención por donde pasaba debido a su apariencia deslumbrante, su manera gentil de tratar a los demás, su voz grave, pero al mismo tiempo suave y sus palabras dulces como la miel.

Ella lo conoció en una noche de primavera cuando el mismo entró en el restaurante en el que ella trabajaba, pero aún siendo un hombre seductor y gentil, Amelia veía la diferencia de edad como un obstáculo, después de todo, él era diez años mayor que ella.

Pero después de una noche en que un cliente la faltó al respeto y Otto fue el único que la defendió, Amelia se rindió a ese sentimiento y vivió un hermoso y breve sueño de primavera.

Pero su hermoso sueño de primavera pronto se convirtió en su pesadilla y Otto su infierno de carne y hueso.

"Amelia Green?"

"¿Sí? " "¿Qué puedo hacer por ti?" - preguntó con una simple sonrisa en los labios mientras sus ojos estaban fijos en la mujer que estaba elegantemente vestida a su frente.

" ¿Así que eres la ninfa... digo, joven que anda seduciendo a mi esposo?"

La mujer con pasos largos se acercó a Amelia llevando su mano derecha hasta su rostro.

"Lo siento, pero creo que me está confundiendo... no conozco a su marido"— ha dado algunos pasos atrás.

"Ahora entiendo por qué está tan fascinado" comentó mirando hacia abajo - "Pero incluso siendo tan joven y hermosa no debería haber seducido a un hombre comprometido!"

"Ya dije que debe estar me confu..." - antes de que pudiera terminar de hablar se sorprendió al tener su rostro abofeteado haciéndola caer delante de todos los que allí estaban.

"¿Aún quieres hacerte la santa, puta?" - abrió su bolsa y lanzó sobre Amelia algunas fotografías en las que se encontraba con Otto y otras fotografías íntimas que ella le había enviado por mensaje.

Al ver aquellas imágenes, Amelia entendió que el hombre que vivía haciéndole mil juramentos de amor no pasaba de un crápula casado y que ella se había convertido en su amante.

Aquella misma noche, además de haber sido humillada delante de todos, Amelia también fue despedida, pues según su gerente a ningún cliente le gustaría ser atendida por una "destructora de hogares" o una "camarera que seduce a hombre casado."

Al día siguiente, con sus ojos hinchados de tanto llorar, Amelia se levantó al oír el sonido de su campanilla.

"¿Qué haces aquí?" - preguntó al ver a Otto frente a la puerta de su apartamento.

"Necesitamos conversar!"- decía el hombre tranquilamente intentando explicarse.

" ¿Sobre qué? ¿sobre cómo fui engañada, humillada o despedida por tu culpa?"

"¿Puedo entrar yo?"

" ¡No!" - empujó la puerta con fuerza, pero él puso el pie en el medio impidiendo que se cerrara y entrando luego - "Ya dije que no quiero hablar con usted... ¡Por cierto, no quiero verte nunca más en mi vida!" - gritó.

"Creo que no entendiste" - cerraste la puerta - "Las cosas sólo terminan cuando yo digo que se acabó, de lo contrario no serás tú ni ninguna otra mujer que saldrá de mi vida tan fácilmente."

Era la primera vez que lo veía así, con esa expresión y ese tono amenazante.

"Será mejor que te vayas o..."

" ¿O qué?"- preguntó la interrumpiendo - "¿llamará a la policía?" Se acercó a ella "¿Qué crees que dirán?" - con su mano derecha tocó suavemente su cara, poniendo detrás de la oreja un mechón de pelo " ¿Qué un hombre exitoso compró los servicios de una niña joven y ahora ella está queriendo dar el golpe amenazante?"- Concluyó susurrando en su oído.

Tomada por la rabia, Amelia le dio una bofetada.

" ¡Vete!" - Se lhe cayeron algunas lágrimas.

"Si así lo quieres... entonces vamos a divertirnos, querida!"

Esa mañana, Amelia descubrió que aquel hombre de voz suave, gestos gentiles y palabras dulces como la miel en realidad era un hombre cruel y ella se había convertido en su víctima.

Otto dejó en el cuerpo de Amelia marcas que ella llevaría por toda su vida y cicatrices que la recordaría día tras día de aquella terrible mañana.

"Gracias por hacerme sentir un tipo de placer totalmente diferente, cariño!" - sonriendo maliciosamente la dejó caída con marcas sobre todo su cuerpo.

Reuniendo todas las fuerzas que le quedaban, Amelia caminó hasta la calle donde fue socorrida por una mujer que la llevó al hospital más cercano.

Fue en el hospital mientras trataba sus heridas que ella descubrió que en su vientre crecía el fruto de aquella relación.

Amelia llevaba dentro de sí no solo un hijo fruto de una relación extraconyugal, sino también el hijo de un monstruo que le mostró lo que era ésta por algunos minutos en el infierno.

Al principio su única voluntad era interrumpir aquella gestación, pero ver la forma en que aquel ser que no pidió existir luchar bravamente para mantenerse con ella la hizo cambiar de idea.

A pesar de haber intentado denunciarlo, Amelia desistió al ver la forma en que todas las policías femeninas la miraban como si el título de amante fuera peor que las marcas que estaban en su cuerpo.

Los meses fueron pasando y junto con ellos aquella niña que se vestía y vivía alegremente ya no existía. Sus ropas pasaron a ser anchas, sus cabellos vivían presos y en su rostro ya no había más ningún maquillaje.

Ya no había más brillo en su mirada y toda vida que un día existió, Otto se la quitó con todas aquellas agresiones.

En el séptimo mes de gestación, sin empleo y con sus ahorros casi llegando a su fin, Amelia se vio obligada a regresar al lugar que ella tanto luchó para salir.

"Mamá!"

Suzan Green, madre de Amelia la tuvo a una edad muy joven después de relacionarse con un hombre comprometido y después de ser abandonada crió a Amelia sola y muchas veces la culpaba por haber arruinado los mejores años de su vida.

"Por favor, dime que este niño tiene padre y que no estás siendo tan idiota como un día yo fui pensando que criar un hijo sola sería mi mejor opción?" - preguntó mientras miraba la enorme barriga de su hija.

" ¿Puedo quedarme?" - Se sentía tan avergonzada que esas fueron sus únicas palabras.

" Entrar!"

Los días iban pasando y Amelia y su madre apenas se comunicaban por nota sin dirigir la palabra la una a la otra.

"Iré a hacer horas extra" estaba escrito en la nota que Suzan había dejado en la nevera para que su hija la leyera.

- Tienes que nacer pronto para dejar a tu abuela en paz! - Acariciaba tu barriga con una mano mientras usabas la otra para poner leche en el vaso.

Sintiéndose pesada y con sus pies doloridos, Amelia caminó hasta el sofá donde se sentó y apoyó sus pies hinchados.

"¡Creo que un baño tibio ayudaría a desinflar!" - pensó mientras intentaba levantarse con cierta dificultad.

Después de preparar la bañera, Amelia permaneció algunos minutos en ella hasta que sintió un dolor fuerte atravesarle dando señales de que su hija nacería.

" ¡Tengo que llamar a la ambulancia!" - hablaba mientras caminaba hasta el teléfono "¡Hola, me llamo Amelia... ay, Dios mío!" - su respiración se aceleró al sentir algo escurrirse por sus piernas " se rompió, mi bolsa se rompió!" - decía al teléfono.

Después de pedir una ambulancia decidió ir hasta el cuarto recoger la bolsa que llevaría a la maternidad, pero al llegar a la puerta de la habitación sintió un dolor más fuerte que la de antes y allí mismo tuvo a su hija.

Con su hija en sus brazos podía sentir sus fuerzas dejándolas poco a poco hasta perder la conciencia.

Al dar a luz, Amelia laceró su canal de parto haciéndola sufrir una hemorragia severa.

"Desafortunadamente su hija está en coma y las posibilidades de que mejore son pocas!"

Esas fueron las palabras dichas por el médico que hicieron creer a Suzan que su hija no resistiría.

Tres semanas después, Suzan decidió poner a su nieta en adopción, pues ya no tenía más esperanzas que un día Amelia despertaría.

La pequeña acabó siendo adoptada por la pareja Collins que la nombraron Claire, Claire Collins.

James Collins, un famoso diseñador de joyas y también un exitoso hombre de negocios en esta rama decidió adoptar a un niño después de que su esposa perdió el fruto de esa relación y por las complicaciones se vuelven incapaces de generar de nuevo.

A pesar de haberse embelesado por la pequeña, lo que los hizo adoptar fue la triste historia que les contaron que la niña había perdido a la madre en la hora del parto y que nadie de la familia quería tener la responsabilidad de criarla.

" Esta será tu nueva casa, mi niña!"

A pesar del poco tiempo al lado de la pequeña, James podía sentir que su alma se había conectado con la de su hija y que ella estaba destinada a ser suya.

Pero como no todo son flores, Sara Collins, esposa de James al verlos tan conectados, se sintió perdida y en su corazón aquella niña no ocupaba el lugar de hija.

Sintiéndose culpable por no amarla como una hija y sofocada al ver a su esposo vivir bien después de la pérdida de su hijo, Sara, una reconocida chef de cocina decidió abandonarlos dejando solo una nota sobre la cama explicando el motivo de su partida.

" ¡Hija, tienes que comer!" - insistía Suzan dejando una bandeja con almuerzo y viendo que Amelia ni siquiera había tocado el desayuno. "¡Si sigues así acabarás muriendo!" - gritó perdiendo la paciencia.

"Espere sólo unos días más, quizás ese deseo no se realice!" - Respondió sin siquiera mirar a su madre.

" ¿Qué crees que soy? ¿Qué clase de madre estaría feliz con la muerte de su hijo?" - su voz estaba embargada, pues aun pensando que Amelia había sido la culpable de todas las humillaciones y desgracias que habían ocurrido en su vida, ella continuaba siendo su hija, el niño que ella había engendrado.

"¿Y qué cree que hizo al darle a mi hija?" - lágrimas comenzaron a fluir por su cara - "Lo único que me motivaba a continuar existiendo era el niño que estaba en mi vientre, pero mira, yo ya no lo tengo más y sabes lo que es peor? Es que no hay más fuerzas en mí para seguir luchando."

" ¡Solo hice lo que pensé que era correcto en ese momento!" - Intentó justificarse y luego en seguida la dejó sola llevando consigo la bandeja con el desayuno.

Los meses fueron pasando y Amelia apenas existía.

-"¿Amelia Green?" - preguntó el policía, después de tocar insistentemente la campanilla.

"Sí, soy yo!"

" Soy el oficial Leo y estoy aquí para informar sobre el fallecimiento de Suzan Green... Desafortunadamente, hubo un robo en el que ella trabajaba y ella reaccionó y los ladrones acabaron con su vida."

"Está bien!"

Extrañamente Amelia no sintió ningún tipo de emoción al oír aquello, pues estaba tan muerta por dentro que ni siquiera la muerte de su madre la hizo derramar algunas lágrimas.

Una semana después en su casa, Amelia recibió la visita de un abogado informándole que su madre había dejado dos casas de herencia y junto con las escrituras una carta.

En el contenido de la carta, Suzan dejaba escrito donde estaba su nieta y también dejaba subrayado que la niña estaba con una familia de verdad, compuesta por un padre y por una madre, algo que ella no pudo ofertar a su hija y ni Amelia sería capaz de dar a su hija.

De cierta forma Suzan estaba correcta, ya que Amelia vivía preguntando dónde estaba su padre, pero aunque no era capaz de dar un padre a su hija, Amelia estaba dispuesta a verla y si era posible tenerla nuevamente en sus brazos, pero esta vez para siempre.

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