Punto de vista de Clío
Apenas salí del coche, se abalanzaron sobre mí. Mamá me guio suavemente fuera del vehículo, luego me cubrió los ojos para impedir que viera nada.
—Mamá... —me reí ante su comportamiento—. ¿Qué está pasando?
—Tenemos una sorpresa para ti, ¡no espíes! ¿Vale?
—Vale.
Me guio hacia la Casa del Alfa, directamente a las escaleras donde me agarré a la barandilla, solo por precaución.
Había subido estas escaleras todos los días desde que tuve edad para caminar, conocía cada peldaño, cada ángulo por el que ella me llevaba, sabía que me estaba llevando directamente a mi habitación.
—Mamá, ¿qué pasa? —dejé escapar una risa vacilante mí mientras tanteaba frente a mí.
—Parece que estás luchando y quería mostrarte algo, demostrarte que, sin importar lo que pienses, nunca es tan malo como crees. Puedes hacer esto, Clío, podemos hacer esto.
Sus palabras tenían una fe completa en mí, una confianza absoluta en mí.
Cuando nos detuvimos, mis manos palparon la puerta de mi dormitorio