El almuerzo se preparó en la veranda, y Karerina caminaba alrededor de la mesa asegurándose de que cada detalle fuera perfecto, su emoción visible mientras esperaba la llegada de su hijo.
Había tanto que decirle, y aún había más que ella quería saber, que necesitaba saber. Los signos de interrogación que flotaban en su mente pronto serían respondidos, y eso le dio una sensación de satisfacción inminente.
Jasha había estado fuera durante dos semanas en su luna de miel y no se habían hablado ni una sola vez. Parecía una eternidad.
Ayer por la mañana, él y Nadine habían regresado a casa, y ella había ordenado que él viniera a almorzar tarde, contra viento y marea.
Escuchó el timbre de la puerta y supo que era Jasha. Cruzó el porche con su típico paso confiado y se acercó a saludarlo, besándolo suavemente en la mejilla. Le hizo un gesto para que se sentara frente a ella.
—¡Hoy te ves guapo! ¿Nuevo traje?
El lino crema se veía impactante contra su piel, acentuando y resaltando su tono oli