Capítulo 12. El deseo

Dragos estaba bajo la ducha de una de las habitaciones de la cabaña, lejos de la habitación de Sophia, había pasado un día desde que besó los muslos llenos de cicatrices de Sophia y aun no podía superarlo.

A Dragos jamás le ha importado nada, parte de sus poderes vampíricos son aplicar placer sexual con la mordida por obvias razones. Un humano está más presto a dar su sangre de buena gana si está sintiendo placer.

Los besos, las caricias, todo eso está sobrevalorado para un hombre acostumbrado a solo tomar lo que desea.

No que no hubiera tenido en su larga existencia amantes con las cuales ha disfrutado de la experiencia, vampiresas y otras sobrenaturales, incluso humanas, tan versadas en las artes amatorias que hacían del sexo un juego de resistencia y exhibición de talentos. Sophia que ha tenido la mala suerte de ser su pareja destinada era la última mujer a la cual quiere ofrecer caricias, aunque la desea con toda su alma inexistente.

Y ese era el condenado problema, e
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