¿Cómo había podido pasarme? ¡Se suponía que era imposible! ¡Un hombre lobo y un humano jamás podrían...!
El pensamiento se cortó en seco y yo alcé la cabeza.
Pero sí a Diane Dane le había ocurrido 3 siglos atrás, ¿qué me hacía creer que a mí no me había sucedido?
Cerré los puños sobre la alfombra, negándome a procesar esa posibilidad, resistiéndome a creer que el sueño del Alfa se había hecho realidad y que mis deseos se huir habían muerto.
—No pudo pasar... ¿Cómo pasó? ¡¿Cómo fui tan estúpida?! —me dije, enfadada conmigo misma.
Atraído por mi voz, escuché a alguien aproximándose a la habitación. Cuando la puerta se abrió bruscamente, quién me miró fue Tarren. Su preocupación se transformó en sorpresa al verme sentada en el suelo, a los pies de la cama.
—Cya, ¿qué te ocurre? —inquirió acercándose y arrodillándose frente a mí.
Pero, al contrario de él, yo solo pude ver en Tarren la razón de mi miseria. De que todos mis planes se hubiesen ido por la borda.
—¿Qué haces sentada en