En el estudio del segundo piso, el aire se tornaba denso, cargado de secretos y tensiones no resueltas. La matriarca Villalba se acercó lentamente hasta quedar un poco más cerca y de frente hacia Alejandro, como si mirándolo de cerca buscara un punto de apoyo para sostener lo que acababa de escuchar. Luego lo miró de nuevo, con una determinación que apenas temblaba.
—Si en algo puedo redimirme, Alejandro… —dijo—. No solo contigo, sino también con Elena. Si aún hay una pequeña puerta para enmendar algo de todo esto… no dudes que continuaré con las declaraciones hasta el final. Lo haré. No solo por justicia. También… para proteger a Leticia y a Julián de la verdad que podría quebrarlos y que seguramente afectara su futuro.
Él asintió, agradecido. Pero no por conveniencia. Era un gesto profundo, silencioso. Había en su mirada algo que Camila no había visto en toda su vida: compasión genuina. Algo en la forma de mirarla había cambiado. Ya no era esa mirada brusca y dura de hace unos días.