Elena se quedó inmóvil, con el corazón desbocado y una sensación de incredulidad que la invadía por completo. No podía comprender todo lo que estaba sucediendo en ese momento. No entendía porque Alejandro, con su mundo complicado, estaba haciendo algo así por ella.
—¿Por qué haces esto? —preguntó en un murmullo, con la voz temblorosa—. Esto… esto es…
Alejandro avanzó un paso hacia ella, acortando la distancia entre ambos.
—Te lo dije —susurró, con una ternura inesperada en su voz—. Déjame cuidar de ti, Elena. No quiero que tú y tampoco tu hermana vuelvan a pasar necesidades o se sientan inseguras. Y si esto te parece demasiado… es porque no tienes ni idea todo lo que estaría dispuesto a hacer por ti.
Elena sintió que las lágrimas pugnaban por salir, una mezcla de gratitud, asombro y algo más profundo que no se atrevía a nombrar. Sin pensarlo, dio un paso hacia Alejandro, y antes de que pudiera detenerse, se encontró entre sus brazos, dejando que ese torbellino de emociones la envolvie