El primer roce fue suave, casi como una pregunta silenciosa, pero cuando ella no se apartó, Alejandro profundizó el contacto. Su boca era cálida y exigente, con una mezcla perfecta de urgencia contenida y control absoluto.
Elena soltó un suspiro ahogado contra sus labios, sintiendo cómo la fuerza de su beso la envolvía por completo. Sus manos, que habían estado firmemente apoyadas en su pecho con la intención de apartarlo, se aferraron a su camisa casi sin darse cuenta.
Alejandro la atrajo más hacia él, una de sus manos rodeándola por la cintura con firmeza mientras la otra se deslizaba lentamente por la espalda, sosteniéndola como si temiera que ella desapareciera en cualquier momento.
Elena sintió su piel arder bajo su toque, cada terminación nerviosa alerta, cada sentido demasiado consciente de la sensación de su cuerpo presionándose contra el de él. Se dejó llevar por la profundidad y la exigencia de los labios de Alejandro con la misma intensidad.
Era un beso peligroso pero subli