Narra: Elena
Me quedé callada mucho rato después de escuchar su confesión.
Sabía que Luis —Damond— no era un hombre cualquiera. No era un hombre fácil. Pero aun así, había algo en él que me llamaba, que me envolvía y me ataba de maneras que aún no lograba entender del todo.
—Me quedo… —dije, rompiendo finalmente el silencio—. Pero necesito tiempo.
Él asintió, su mirada triste, pero respetuosa.
—Todo el que necesites —prometió.
Esa noche, no hicimos más que abrazarnos.