Narra: Elena
La mansión estaba demasiado silenciosa. Demasiado vacía.
Tras escuchar aquella conversación en la terraza, no pude quedarme tranquila. Algo me decía que no debía confiar ciegamente. Bajé las escaleras de puntillas y, desde la ventana del vestíbulo, vi como Cristofer y Luis —Damond— se alejaban en un auto oscuro, sin mirar atrás.
Me quedé sola.
Un escalofrío me recorrió de pies a cabeza. Algo iba mal. Muy mal.
Corrí hacia la puerta, pero antes de alcanzarla, una mano tosca me sujetó por la cintura. Me taparon la boca con un trapo húmedo y, aunque pataleé, todo se vo