- Y quiero contártelo. Pero sólo después de que me beses... Con tu lengua, ¡por supuesto! - bromeé.
Theo me besó enseguida, su lengua entró inmediatamente en mi boca, cálida, atrayente, invitándome a nuestro baile íntimo y privado, que hizo que mis bragas se humedecieran y mi coño se estremeciera de deseo.
Intenté quitarme la bata sin dejar de besarnos, con los ojos cerrados, pero él volvió a impedírmelo. Me separé de nuestro contacto y le miré preocupada:
- Theo... ¿Qué te pasa? ¿Te... ¿Te has hecho daño? - Toqué la suave tela de la bata.
- No sé si se podría decir que me hice daño... - Se rió. - Pero me dolió.
Ensanché los ojos:
- Habla, maldita sea.
- ¿Recuerdas cuando dijiste que necesitaba una olla adecuada si quería