- ¿Crees... ¿Que me has roto el hueso del codo? - pregunté, el dolor ni se acercaba al que había sentido la noche anterior.
- No, no fue así. Si hubiera sido algo más grave, no habría podido soportar el dolor. - Tocó ligeramente la piel magullada con dedos suaves y cálidos.
Me mordí el labio y cerré los ojos, insegura de si era el dolor causado por su tacto o la delicadeza con que lo hacía.
- Siento lo de ayer... - Me miró, aún sujetándome el brazo.
- Me lo merecía... Me porté mal.
- No quiero que te vayas.
- ¿Por qué? - me oí preguntar, suplicando una respuesta convincente.
Noté que sus ojos recorrían mi regazo y se detenían en mis pechos, que se agitaron de inmediato. Di un paso hacia delante para que pudiera verme mejor, aunque fuera involuntariamente.
- Buenos d&iac