Me desperté al sentir las manos de Theo en mi cara. Estaba tumbada en la cama, con la cabeza sobre el colchón y tres almohadas bajo las piernas, elevándolas.
- ¿Cómo te encuentras? - preguntó Theo con ternura.
- Bien... - mentí, todavía un poco mareada. - Tenemos que irnos... - Intenté levantarme.
Theo me detuvo:
- Vamos a esperar unos minutos más hasta que te hayas recuperado. Te has desmayado.
- Nunca me he desmayado en mi vida. - dije, aturdida.
- Estabas muy nerviosa.
- Theo... - Sentí que las lágrimas me inundaban la cara. - ¿Qué le pasa?
- No lo sé, cariño. No pude llamarlo porque caíste inconsciente en mis brazos. Te traeré un vaso de agua. Quédate en esta posición un poco más.
Esperé, mirando mi propia cara en el techo de espejos. Esperaba que todo fuera un sue&