Capítulo - 56 El anciano

El tiempo se había detenido ante la espera de que los paramédicos hicieran su trabajo.

—¡Volvió el pulso!

Gritó un paramédico, pegué mis labios en su frente, me quedé así hasta que aterrizamos en la azotea de la clínica. Nos esperaban, me quitaron de su lado, Rata intentó retenerme, me zafé y seguí como sonámbulo la camilla donde la transportaban. La metieron en el quirófano, ahí no pude entrar.

—Don Roland. —Era la segunda vez que el doctor Mendoza atendía a Verónica—. No puede entrar, señor.

—Escúcheme doctor, si ella muere, usted, su familia y la de todos los que la atienden, morirán, me importa un culo que no esté en sus manos, de igual forma los mataré a todos.

—Patrón… —Rata puso su mano en el hombro.

—Hay cosas que solo Dios puede solucionar, señor. —refutó el médico.

—¡A la mierda con ese señor Dios!

Una imagen de la mujer llamada mi madre inundó el pensamiento, mientras el doctor entraba al quirófano y cerraban las puertas en las narices. Ella en mis recuerdos decía; «el seño
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