—¡¡Ulises!! —Leela corrió hacia él con lágrimas en los ojos. No podía creer lo que veía; era él y estaba vivo o... casi vivo. Ella se tiró al suelo y puso la cabeza de él sobre sus piernas, sus lágrimas caían sobre el rostro de pálido de su amigo.
Jing, Odiel y el maestro Chan los rodearon y observaban al chico con gran asombro. Aunque ya tenían la información de que vivía, aun no era un hecho hasta verlo en persona. La cadena de Leela brilló y una luz dorada cubrió a Ulises. Su piel pronto recobró su tono natural y sus ojos se fueron abriendo poco a poco. Ulises se incorporó atolondrado y miró a su alrededor confundido. Sus orbes verdes se posaron sobre Leela con expresión incrédula.
—¿Chica ruda? —Agrandó los ojos y los frotó varias veces—. ¿