—¡Te extrañé tanto! —Eli acarició su mejilla con ternura y él la miró malicioso.
—Eso me quedó muy claro, picarona. Me destrozaste, ya hasta perdí toda la energía que había recuperado.
—¡Ja! Te recuerdo que fuiste tú quien me trajo aquí y me atacaste como bestia salvaje. —Eli frunció el cejo y Ulises estalló de la risa.
—Ya extrañaba a mi enana peleona y cachonda.
—¡Ulises Harrison! No soy ninguna cachonda. Ni siquiera estaba pensando en eso. Yo de inocente y tú con tu perversión por dentro, fuiste a buscarme para quitarte las ganas. Por lo menos te aguantaste y no te revolcaste con otra.
—Yo soy fiel a ti, Enana. Nunca, pero nunca, me acostaría con otra mujer. —Ulises dejó un beso fugaz en sus labios. Eli lo abraz&oac