Bien, me gustas, pero no lo diré de nuevo

Dimitri se paseaba de un lugar a otro dentro de su tienda. Todo su cuerpo temblaba y le fastidiaba que su corazón latiera con tanta intensidad. ¿Así se sentía enamorarse? Entonces, nunca lo estuvo de Leela. Nunca nadie lo había preocupado o inspirado tanto como Ana. Ella lo motivaba a querer ser mejor, a pensar en su futuro y a preocuparse por alguien más que no fuera él mismo. Ella era tan vulnerable que tenía la necesidad de estar a su lado y defenderla de todo y de todos.

 —¡Rayos! —Apretó su cabello con violencia—. ¡Esto no me puede estar pasando a mí! Tanto que juzgué y me burlé de Jing, ¿para qué? ¡Con un demonio! ¡Para terminar igual que él! —Pateó todo a su alrededor y se sentó sobre su colchón. Se la imaginó allí, debajo de sus sábanas con aquel hermoso sostén de

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