No sé que tanto hace mi esposa allá adentro, pero ya ha pasado más de treinta minutos y aún no sale del baño; hasta la sangre se me enfrió de tanto esperar. Quito los zapatos y el pantalón, me levanto de la cama y sirvo una copa de vino. Echo un vistazo rápido a la puerta y me acerco sigilosamente a ella.
— Sofi, mi amor. ¿Estás bien? — pregunto, jugando con la copa de vino en mis manos.— Sí, mi amor. Dame un momento — dice algo fatigada.— ¿Qué estás haciendo? — bebo el vino de golpe y coloco la copa volteada sobre la palma de mi mano.— No seas impaciente, Dominic. Ya salgo — resopla, y la vuelvo girar.— Bien, como sea — supongo que la luna de miel ya se acabó.Dejo la copa sobre una mesita y me acuesto en la cama, colocando los brazos bajo