Eternamente tuya

Después de tanto tiempo de no poder dormir bien, en la noche caí rendida en esa suave cama. Desperté sola en la habitación y me quedé largos minutos envuelta en aquellas sabanas. Es un placer descansar el cuerpo de todo el trajín que he llevado por meses.

— Buenos días, dormilona — apareció vestido casualmente en una bermuda blanca y una camiseta negra ajustándose a sus músculos —. ¿Cómo te sientes, mi vida?.

Qué sexy cuando se para de aquella manera tan relajada con las manos en los bolsillos y una sonrisa casi mortal en los labios.

— Buenos días, amor. Me siento muy bien — sonreí y se tiró encima mío —. Pesas mucho, Dominic.

— Nunca te quejas cuando estoy encima tuyo, mi amor. ¿Ppr qué ahora sí? — me besó sin darme aviso y gemí en
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