14. Condenados.

Caminando en escuadra avanzábamos por el hostil terreno, estábamos pendientes ante un posible avistamiento. La polución sonora de costumbre en los bosques iba disminuyendo al punto en que pudimos escuchar las inhalaciones y exhalaciones de los demás. Nos detuvimos y los nervios hervían nuestra sangre. Era un evento fuera de lo común, parecía que el bosque conspiraba y fallaba a favor del más fuerte. Nos reunimos y tratamos de mirar a todos lados para poder abarcar más terreno. El sudor caía de mi rostro. El Oficial Argüello me facilitó un arma blanca ya que estaba completamente desarmado. Él se quedó con su pistola tauro semiautomática y el Fiscal también tenía su arma, bien armados, aunque poco servía porque el monstruo era casi inmortal. Ellos me seguían el juego, aunque no estaban muy convencidos. Bajo la leve iluminación de la luna estábamos cautelosos, ante una posible aparición de la bestia.

Minutos después, de entre los árboles, escuché el crujido de algunas ramas. ⸻es

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