Cuando Pedro terminó de hablar, el salón entero cayó en un silencio sepulcral, y todos sintieron un ligero escalofrío recorrerles la espalda.
—Ja, ja, ja, este idiota de Juan me hace reír, está condenado a morir en este momento.
David siempre había detestado a Juan, y ahora se sentía eufórico. Para él, Juan ya estaba muerto.
Cristina y Miguel compartían la misma opinión. En particular, Cristina se giró hacia Laura y dijo con desprecio:
—Laura, siempre te lo dije, este tipo no solo es un simple campesino, sino también un imán de problemas. Tarde o temprano acabaría mal, y ahora lo ves.
Laura tenía una expresión de complejidad y ligero temor: —Este tipo realmente causa demasiados problemas. Afortunadamente, no tengo sentimientos por él. Si los tuviera, también estaría en problemas ahora.
Pedro, con una delicada curva en sus labios y una mirada dde ira en sus ojos dijo: —Felicidades, ya has logrado enfurecerme.
—Fui enviado al ejército de mercenarios en el extranjero cuando tenía solo och