Tras varias derrotas consecutivas, Salvador perdió por completo la cordura.
En ese preciso momento, lo único que ocupaba su mente era matar a Juan para recuperar el honor perdido.
—¡Palma del Dragón y el Trueno!
Con un rugido bajo, Salvador concentró toda su energía vital en su mano derecha. En su palma, una luz azulada comenzó a brillar de manera intermitente, como si sostuviera un rayo.
Parecía que solo iba a lanzar un golpe, pero en un parpadeo, desató decenas de palmas consecutivas, cada una más rápida y feroz que la anterior, como un veloz trueno que rasgaba el aire.
—¡La Palma del Dragón y el Trueno, otra de las técnicas más letales de Salvador! Parece que realmente ha perdido los estribos— comentó Tiberio, con los ojos exorbitantes de asombro. —Haber llevado a Salvador a este punto tan crucial es un triunfo en sí mismo, sin importar el resultado de la pelea. Juan ya ha ganado hoy.
Tiberio respiró profundamente, con una admiración creciente: —Después de esta batalla, su nombre re