—Sabino, no te preocupes por eso. En cuanto obtenga lo que necesito, me encargaré de eliminar a tu enemigo, Luis— afirmó el anciano tatuado llamado Maestro Barú, afirmándolo con determinación.
—¡Doscientos millones, una vez!
—¡Doscientos millones, dos veces!
El subastador miró asombrado a su alrededor, levantando el martillo en su mano, a punto de cerrarlo con el golpe final: —¡Doscientos millones, tres veces!
Justo en ese momento, una voz calmada salió desde la habitación número 3: —¡Trescientos millones!
Con el repentino anuncio, la sala entera quedó en un silencio sepulcral.
¡Vaya sorpresa! ¡Alguien más había hecho una oferta!
¡Y qué oferta tan cuantiosa! ¡Directamente a trescientos millones!
—¡Es la gente de la habitación número 3!
—¡Eso sí es un verdadero pez gordo! No hizo alarde antes, pero en el momento crucial ha dejado a todos sin palabras.
Al instante, numerosas miradas atónitas se dirigieron hacia la habitación número 3.
—¡Luis ha hecho su jugada maestra! — murmuró uno de l