Mientras todos se preguntaban por qué no había movimiento afuera, vieron a Amadeo entrar apresurado al salón.
—Ha llegado, Amadeo ha llegado.
—Vino a arrestarlo personalmente. Ahora veremos qué hace Juan.
Al ver esto, todos sonrieron alegres, anticipando el destino de Juan.
Eloy se levantó muy atento para recibir a Amadeo, tratando de agradarle:
—Amadeo, vienes a arrestar a alguien, ¿verdad?
Se giró y señaló a Juan, que seguía cortándose muy tranquilo las uñas.
—Este es el chico que golpeó a Pascual.
Todos los demás se rieron con desprecio.
Sin embargo, la reacción de Amadeo los dejó a todos boquiabiertos.
Amadeo se acercó corriendo a Juan y, con una reverencia muy respetuosa, dijo:
—Señor, usted me pidió que entrara para verlo. Aquí estoy.
Desconociendo cómo debía dirigirse a Juan, optó por llamarlo de la mejor manera. —Señor.
Al ver esto, el salón estalló en grandes murmullos.
Cayetano, Eloy y los demás abrieron los ojos desmesuradamente, incrédulos.
¿Qué estaba pasando? ¿Amadeo acas