—¡Hay un asesino!
—¡Protejan rápido al jefe!
Al ver esto, los secuaces de Gael se alarmaron y se lanzaron con ferocidad hacia el repartidor de agua.
Sin embargo, no fueron lo suficientemente rápidos. El repartidor ya estaba cerca de Gael.
Extendió una mano y con dos dedos se dirigió con sagacidad a la garganta de Gael.
—¡Jefe, cuidado!
Uno de los secuaces se interpuso frente a Gael sin dudarlo dos veces, y su garganta fue aplastada instantáneamente, cayendo muerto al suelo.
Gael aprovechó el momento para rodar rápidamente hacia un lado y caer al suelo.
—¡Sálvenme!
Gael gritó con pánico.
Por fin, los secuaces llegaron y comenzaron a luchar contra el repartidor de agua.
—¡Mátenlo, mátenlo!
—¡Hagan pedazos a ese miserable bastardo!
Gael rugía de furia.
El repartidor de agua, enfrentándose a la multitud, no mostró ningún temor. Sus movimientos eran letales y muy precisos, y con cada golpe, caía un hombre muerto.
En cuestión de unos cuantos segundos, los secuaces de Gael yacían muertos en e