Al escuchar la situación peligrosa, Arsenio no pudo evitar gritar con urgencia:
—¡Caridad, ayúdanos! Si no te unes, ninguno de nosotros saldrá vivo de esto.
Sabía que si Ildefonso, el heredero de la familia Ares, caía, los que quedaban —dos en la octava capa del Poderoso Marqués Guerrero y él mismo— no tendrían ninguna posibilidad contra Juan.
Caridad, viendo la gravedad de la situación, decidió unirse al instante al combate. Una luz roja, envuelta en energía hipnótica y misteriosa, emergió de sus manos y se unió al esfuerzo defensivo.
Finalmente, incluso Melitón intervino. Solo con la cooperación de los cuatro lograron disipar el ataque devastador de Juan.
—Parece que lograron detener mi técnica. Muy bien, cumpliré mi palabra. Los perdonaré esta vez, pero les advierto: si vuelven a intentarlo, no mostraré compasión alguna. —Juan habló con calma, pero su tono transmitía una amenaza clara.
Sin más palabras, se giró y, con un movimiento rápido, desapareció en el horizonte, dejando a los