Abril, 13
—¿Y por qué tú no vienes con nosotros?— vuelve a preguntar. Le sonrío y luego pongo mi vista en los cordones de sus zapatitos.
—Es que estoy un poco cansada, amor— repito la misma mentira que le he dicho desde que empecé a vestirla.
La semana se había pasado volando, entre peleas, burlas, insultos, uno que otro golpe y millones de muecas de desagrado dirigidas mutuamente, Damián y yo habíamos logrado convivir y sobrevivir el uno del otro está semana. Tenía planeado irme mañana por la noche pero Damián aún no sabía eso, y estaba esperando el último momento para decirle.
Ni siquiera habíamos tenido una conversación que no fuera entre burlas, doble sentido, o unas bien directas invitaciones a su habitación. ¿Quién lo entendía? Ya no sabía sí me odiaba, le desagradaba, o me deseaba, o bueno, a fin de cuentas era él, de seguro sentía todo eso por mí al mismo tiempo.
—Bueno, le diré a papá que también tomé una fotografía de los gorilas para tí.— río levemente y asiento.
—Esta bien