Carlos, el prometido de Sara, cae del tercer piso en una fiesta de jóvenes y estudiantes desenfrenados. Franco, el mejor amigo de Carlos, desde ese día se vuelve incondicional para Sara, tratando de salvar a su amigo y también a ella después de las tragedias que les acompañan después del accidente. Carlos muere, pidiendo a Franco que cuide de Sara, la conquiste y la haga feliz. ¿Podrá Sara olvidar a Carlos y enamorarse de Franco? ¿Podrá Franco esperar el tiempo necesario para que Sara se enamore de él? Conoce esta historia de amor y enamórate de esta historia de amor.
Leer másEnfurecí porque se llevó mi amor
Y tardé mucho tiempo en comprender,
Que me dejó el tuyo.
Pat Muñoz, Poemas de amor sin razón
7 de junio de 2008
Cayó del cuarto piso de un edificio en una borrachera. Yo lo vi caer, yo lo vi morir y casi muero con él.
Sara
Lo acompañé en la ambulancia. No tenía opción. Sus amigos estaban ebrios, ni con el accidente se les bajó la borrachera.
Era mi último semestre de la universidad, nos habíamos dedicado a andar de fiesta en fiesta. Pensábamos que al graduarme debíamos madurar y ya no podríamos divertirnos con desenfreno. La vida nos cobró muy caro nuestro comportamiento.
Desde la ambulancia llamé a mi padre. Él es médico neurocirujano, director general del Hospital Privado de Neurología.
- ¡Tráiganlo ahora y cálmate por favor Sara! - Me dijo con firmeza, mientras yo trataba de conectar aquella pesadilla con mi realidad. Una impotencia que no le deseo a nadie.
Carlos, mi Carlos, estuvo en terapia intensiva por varios días, no mejoró, aunque jamás perdió la conciencia. Estuve con él en todo momento, por mí no me hubiera separado de él ni un segundo, pero mis padres insistieron. Mi mamá pasaba a recogerme y me llevaba a casa a descansar un rato todos los días y luego de vuelta al hospital.
La madre de Carlos se encontraba en la India, resguardada en un retiro espiritual budista, fue bastante complicado localizarla, y al final dijo que volvería al terminar su retiro, seguro la mala pasada de su hijo no era tan grave. No tenía idea.
Su padre, un político de las altas esferas, pagó mucho dinero para que la noticia no saliera a los medios de comunicación. Al verme tan comprometida en su cuidado, se desentendió totalmente de su hijo. No me cabía en la cabeza como era posible que no le importara, no volvió al hospital. Ese día comprendí que Carlos sólo nos tenía a nosotros, mis padres, mi hermano, su amigo Franco y yo:
-Sara, perdóname. Debí escucharte…- Me dijo con mil aparatos conectados por todo su cuerpo.
-No digas nada. No gastes energía-. Pero él insistía en hablar, tenía poco tiempo y quizá tanto que decir.
-Tengo que hacerlo- respiraba con dificultad-. Se me acaba el tiempo Sara.
-No Carlos, para…- Y yo angustiada, temiendo el final, negándome a la idea de perderlo-. Eres joven y fuerte, saldremos de esta Carl... ¡No puedes dejarme!
-Sara, voy a morir, no nos engañemos, estoy muy mal, y me duele mucho verte triste. Necesito saber que me iré y estarás bien sin mí, Sara, por favor, sé fuerte, tú eres valiente, por eso me enamoré de ti.
En el fondo, yo sabía que Carlos no mentía, además sentí su tristeza por la ausencia de su familia y la idea de dejarme así, destrozada. Él solo tenía a sus padres, no tenía hermanos, ni abuelos, algunos parientes lejanos.
Unos días antes del accidente, le dije que estaba cansada de tanta fiesta, que era momento de parar. “Una más y ya Sara… La de despedida, prometo que cambiaremos, seguiremos con nuestros planes, quiero estar contigo siempre”, me dijo. Verlo así, inmóvil, con todos nuestros sueños esfumándose por la ventana dolía mucho, en lo más profundo del alma.
-Mejorarás, ya verás, es cuestión de tiempo…- le dije intentando entusiasmarlo.
-Es tarde Sara, se me pasó la mano, no podré cumplir la promesa que te hice…- apretó los ojos con una lágrima recorriendo su lastimado rostro, apretó mi mano.
-Carlos, no es tu culpa, los dos nos dejamos llevar. Intenta salir adelante por favor-. Mi padre ya me había dicho que había pocas esperanzas, sus órganos vitales estaban bastante dañados, y en caso de sobrevivir, no podría volver a tener una vida normal. Había perdido movilidad en casi todo el cuerpo.
-No Sara, yo no debí permitir que entraras en este juego loco, quedamos que, sin drogas, y te fallé, ahora mírame, moriré, pero es lo mejor, quiero que me perdones y me prometas que seguirás con tu vida, por ti, tienes que ser feliz sin mí.
-No me dejes Carlos, por favor. - Era inevitable no llorar, mi vida entera estaba en nuestros planes juntos.
- ¡Sara! Prométeme que dejarás este ambiente, termina tu tesis y vete a Roma como lo planeamos, estudia la maestría, conoce gente, viaja, vive - me miraba con dolor, con un profundo dolor en su mirada.
Sin duda, era imposible dejar de llorar, las palabras de Carlos me llegaban al corazón, hacerme a la idea de perderlo era demasiado, era un tema tan fuerte y delicado. Llevábamos cinco años juntos. Me pidió matrimonio meses atrás para irnos a estudiar juntos la maestría de ciencias políticas a Roma, en una de las mejores universidades. Como iban las cosas… quizá tendría que posponer los planes.
-Sara, debes ser fuerte- tomó aire- cada vez estoy más débil, no podré salir de esta nena… te amo, pero mi cuerpo ya no puede más Sara… dime que me perdonas porque te dejaré… tú continúa con tu vida, debes seguir adelante… eres demasiado hermosa y joven.
Sollozando, me recosté en su pecho, mientras él, con la poca fuerza que le quedaba, pasó sus dedos por mi cabello.
-Respóndeme Sara, no puedo morir tranquilo sin tu perdón.
-Te amo Carlos, no tengo nada que perdonarte, siempre te amaré…
-Acércate, dame un beso.
Con las mejillas humedecidas me acerqué, besé su hermoso rostro lleno de pequeñas cicatrices, unas más profundas que otras, sus carnosos labios, sus hermosos ojos negros.
-Te amo Sara…- y después de un suspiro, presionó con fuerza mi mano y se marchó, dejando un gran vacío en mi corazón.
Franco Desperté en una cama de hospital. La bala solo me hizo una herida superficial, la mala puntería de Diana me salvó. Cuando desperté pregunté por Sara. Entonces llamaron al médico. -Su esposa está bien. Tuvo un desmayo, y por su estado decidimos dejarla en observación, pero ella como el bebé están bien. -¿El bebé? -¿No lo sabía? Felicidades, van a ser papás. La noticia me cayó como agua fría, no estaba en nuestros planes inmediatos, pero eso podría ayudarnos a superar el mal rato que vivimos con los arranques de Diana. Diana fue detenida, los cargos intento de homicidio, extorsión y otros delitos menores. Con sus antecedentes de salud, estaría inernada en un hospital de enfermos mentales un buen rato. Me dio mucha tristeza que hubiera terminado de ese modo. Al poco tiempo, apareció su padre, Diana lo había mandado secuestrar para poder hacer de las suyas con total libertad, a veces no me da la cabeza
Sara Nunca había vivido ningún tipo de acoso. Aquel día, después de recibir varios mensajes y darle varias vueltas, traté de pensar en la gente que está a mi alrededor, solo se me venía a la cabeza el nombre de Carmela, y me parecía poco coherente que fuera ella, en realidad nuestro enojo no era para tanto. Sin embargo, el abogado pensaba que pudiera ser ella. Tenía acceso a mi teléfono, pues ella sabía mi nombre y tenía mis datos por la invitación a la convención, por otro lado, sabía muchos datos de mi vida en México, y me hablaba de mi hermano, ¿de dónde podría tener esa información? Solo que hubiese volado a México al mismo tiempo que yo o tenía un contacto siguiéndome. No me parecía tan importante la situación con Carmela como para que ella llegara a esos extremos. Con esas sospechas, las probabilidades caían sobre la amiga de Franco, Diana... Ella si tenía mucho coraje contra mí, estaba cegada por los celos, pero estaba internada en un hospital
Franco Compré un vuelo para el viernes, casi cinco días después de que Sara se había marchado, pero no había encontrado vuelos directos antes de aquel día, por lo que me puse en lista de espera. Por alguna razón sentía que debía estar con ella en estos momentos. No debí haberle hecho caso cuando insistió en que me quedara, pero se salió con la suya. Hablé con ella minutos antes de que su madre entrara a cirugía y la escuché nerviosa. Pensé que era la cirugía lo que la tenía inquieta, cuando recibí un mensaje en mi teléfono celular que decía: "Tú y la estúpida de tú mujer me la van a pagar, sé que ahora está sola". Lo primero que me vino a la mente fue Diana, pero ella estaba internada en un hospital de salud mental, no tenía acceso a la tecnología. Llamé por teléfono a Lobo, mi amigo, quien se encontraba en
Sara Amanecí con un terrible dolor de cabeza. A mi lado, Franco estaba recostado en la cabecera, se había quedado dormido auxiliándome en mi mala noche. El evento ya había terminado, habíamos acordado en desayunar con quienes quisieran unirse en el restaurante del hotel. Pero honestamente yo no estaba de humor para socializar. Además tendríamos que toparnos de nuevo con Carmela y era lo que menos me interesaba. Tal vez soy muy inmadura, pero prefiero no arriesgarme a cometer una locura. Sono el tintÍn de los mensajes de mi teléfono celular, raro que en domingo me busque alguien tan temprano. Sonó de nuevo. “Enana, urge que te comuniques a casa” Chocho Era mi hermano Alex, sin duda era importante.
Franco Llegué al hotel a buscar a Sara. Ella estaba muy enojada, y con toda la razón. Carmela también me sorprendió, tal vez fui demasiado ingenuo. No se encontraba en la habitación, pregunté en recepción si la habían visto, pero no tenía mensajes ni nada. La busqué en el lobby, en el restaurante y en la cafetería del hotel. Busqué en los locales cercanos, sin éxito. La llamé varias veces, y le mandé varios mensajes. Deseaba hablar con ella y aclarar las cosas, pero ella deseaba su espacio, eso lo tenía claro. Elena, me prometió enviarme un mensaje por si recibía noticias de Sara, pero ya había pasado una hora y no había novedades. Cerca de las 12 de la noche, recibí un mensaje: "Me fui de marcha con los argentinos, no me esperes" Sara. ¡Dios! Con los argentinos, no solo se fue de fiesta con un grupo de cuatro eruditos en letras, eran cuatro hombres argentinos y la esposa de uno de ellos, que además de ser los más bul
Franco Metí la pata. Carmela, la esposa del cónsul de Francia en Madrid, está aquí. La mujer es atractiva y sabe que lo es, le gusta ser el centro de atención y por lo general lo consigue. Es sumamente efusiva, es de origen francés y creció en España. Su marido, es un hombre mucho mayor, sin embargo, llevan varios años de casados. Ella debe tener unos cuarenta años. Confieso que es fascinante conversar con ella aunque suele ser algo empalagosa. Y sin duda, comprendo que su actitud puede hastiar a cualquier mujer, más si Carmela habla con los esposos, novios, prometidos de cualquiera… No medí las consecuencias, nunca me había tocado estar en esa situación, pues los últimos tres años, yo siempre acudía solo a los eventos del gremio. A su marido le encantaba que su mujer fuera así, la observaba con una admiración que
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