Su mano se posa en mi espalda y con la otra toma mi cuello y acerca mi cara a la suya, respiro con dificultad, si no me deja tranquila voy a morir de taquicardia o de insuficiencia respiratoria, todavía no me decido por cuál de las dos.
— Eres una cobarde, Zoa. Imaginé todo de ti, menos que te negaras a enfrentar tu realidad — Abro los ojos alucinada, este hombre no para de insultarme y de menospreciarme.
— Puedes pensar y decir lo que desees, no vas a tentarme o a hacerme caer — Le respondo, distrayéndome por un momento al observar sus labios.
— No solo quiero decirlo, deseo hacerlo Zoa, deseo desnudarte poco a poco hasta que tu humedad se desborde y pueda recibirla en mi boca. Deseo tumbarte sobre esta mesa, abrir tus piernas y perderme en tu interior. Deseo, poseerte y enterrarme en ti hasta que me pidas más — Parpadeo en repetidas ocasiones al escuchar su