Roberto tropezó y corrió hacia ella, abrazándola con desesperación.
—Por favor no me dejes, por favor...
—Roberto, ¿cómo me podría ir sin decir nada?
La voz de Nadia le cayó como un balde de agua fría.
—Tu mamá dijo que te encerraste en la habitación y no salías, estaba muy preocupada... ¡ah!
Antes de que pudiera terminar, Roberto la agarró del cuello. Sus ojos estaban llenos de furia, como si quisiera acabarla como loco.
—¡¿Todavía te atreves a venir aquí?!
—¿Bellona lo sabe? ¿Le dijiste algo?
Priya entró en la habitación, tratando de separarlos.
—¡Suéltala! ¡Todavía lleva a tu hijo!
Roberto no aflojaba la mano, y Priya, desesperada, casi perdió el control.
—¿De qué sirve esto? Aunque la mates, ¿acaso Bellona va a regresar?
Esas palabras le quitaron toda la fuerza. Al final, Roberto soltó a Nadia.
Ella cayó al suelo, temblando y tratando de recuperar el aire.
—Roberto, créeme, yo no hice nada...
—Siempre supe que en tu corazón solo estaba Bellona. Que me des un hijo ya me hace sentir