Los soldados del duque se miraron entre sí, confundidos al enterarse de que estaban frente a la emperatriz de Mont Risto. Entonces, el primero sujeto que la confrontó, se adelantó y cuestionó con ironía.
—¿Cómo es que la emperatriz de Mont Risto se encuentra en este lugar?
La actitud de esa persona irritó bastante a Adeline, que respondió con arrogancia:
—Eso no te incumbe, quiero hablar con tu líder.
—¿Cómo se atreve a hablarme de esa forma? —gruñó el tosco militar, que alzó la mano como si estuviera a punto de golpear a su interlocutora, pero fue detenido por Marion, quien sacó su arma y, apuntándola hacia su cabeza, amenazó.
—Te atreves a golpearla y yo me encargaré de poner una bala en tu cabeza.
El tipo miró retadoramente a Marion, pero como este lucía bastante dispuesto a disparar, bajó lentamente la mano y dijo con desdén.
—¡Ja! ¿Acaso un simple soldado puede ser capaz de enfrentarse a todo un ejército?
—¡No es un soldado! —intervino Adeline, manteniendo su actitud sobe