Capítulo 4.

El lunes siguiente Bastián lee en primera plana su aparición en público y eso lo pone de un humor de perros, no desayuna y sale de su ático directo hacia la empresa donde lo esperan un montón de chicos desagradables para que les enseñe y califique en el oficio. Ama su profesión  todo lo que concierne a ella, pero en aras de que su familia por lo menos lo considere decidió abrir el programa de becas donde coexisten estudiantes de varios países – los mejor calificados por supuesto – para trabajar en sus empresas de las cuales tiene sucursales en varios países.

Sin embargo no puede negar que el proyecto es el reflejo de su propia vida; nacido en una familia humilde en la cual se hallaba un padre cruel y una madre consentidora de las marramucias del mismo.

—  Sr. Christopoulos la Srta. Sarantos lo solicita y dice que es urgente – cierra los ojos y toma una bocanada de aire.

—  Si dice que es importante pues dígale que pase adelante – responde sin levantar la vista.

La chica en cuestión es la rubia que comparte habitación con Amelia y entra como un torbellino a la amplia y elegante oficina.

—  No la quiero en mi cuarto – expresa con voz chillona y aniñada.

—  ¿Y te refieres a? – pregunta sin despegar la vista del ordenador.

No le tiene nada de paciencia ni a la rubia, ni a nadie, pero considerando que la chica es hija de una pareja de primos de su madre, se vio en la obligación moral de aceptarla en el proyecto dada la súplica de su padre que es un reconocido arquitecto de la zona.

—  A esa chica nueva que es tan corriente – resopla mentalmente y maldice el momento en el que se permitió un desliz con ella.

—  Supongo que esa chica tiene un nombre ¿no es así? – ahora levanta la cabeza del ordenador —  porque no tengo dotes de adivinador ¿sabes? – expresa con la odiosidad característica.

—  Y yo que sé, Amelia algo – ella rueda los ojos —   hasta el nombre es desagradable.

Achica los ojos a muy poco de ponerse en evidencia ante la manera tan despectiva que tiene la chica de referirse al objeto de su deseo.

—  Formula una queja y colócala en el buzón de sugerencias, no entiendo tu presencia aquí si sabes perfectamente como debes proceder – gruñe —. Te agradecería que salgas de mi oficina y vuelvas a tus labores, no tengo tiempo para esto – el jadeo de la chica se escucha en toda la oficina.

—  ¿Te atreves a echarme luego de todo lo que hemos pasado? – él la mira fijamente.

—  ¡Largo de aquí! – grita —   ¿o quieres que te envíe a detención por lo que resta del día? – la chica aprieta los puños.

—  Mi tía sabrá de esto ¡lo juro! – sal dando un portazo, empujando a todo aquel que se le atraviese.

Bastián solo resopla enojado por la altanería de la mujer que piensa aun es una adolescente, jamás daría su brazo a torcer ante la exigencia de su madre. Belice Sarantos puede ser la mujer perfecta para encargarse de un esposo empresario y la mejor opción a los ojos de su familia, pero él definitivamente no se encerrará en un matrimonio forzado ya que a sus treinta y siete años ya lo experimentó y las cosas no salieron nada bien.

[***]

—  No creo que sea conveniente, faltan dos milímetros de espesor y eso podría causar un derrumbe en las bases – advierte Amelia a sus compañeros frente al primer proyecto pautado para esta tarde.

—  ¿Por dos milímetros? – resopla uno de los compañeros —  ¡por el amor de Dios! Es solo la primera prueba.

—  Y una de las más sencillas, pero significativas – recalca Amelia —  si nos equivocamos en esto corremos el riesgo de reprobar ya que igual al edificio que tenemos enfrente, se nos derrumbaría la carrera solo por dos milímetros – los mira a todos y ellos la observan como a un bicho raro.

—  ¡Diez minutos para culminar la tarea de hoy! – informa la instructora.

—  ¿Y según tú, que debemos hacer ahora? – increpa una de las estudiantes —. Ya la instructora dio un ultimátum y no podemos hacerlo de nuevo.

—  Coloquemos una leyenda al pie del trabajo y de ese modo tomarán en cuenta de que somos humanos y podemos equivocarnos, pero lo mejor de todo es que nos percatamos a tiempo y rectificamos ¿somos personas después de todo, no? – se hace un silencio sepulcral y luego todos rompen en risas.

—  Creo que estás loca y definitivamente vas a reprobar – Amelia aprieta los labios con inconformidad, pero ella no se encuentra dispuesta a perder el tiempo con personas inconscientes.

Levanta la mano hacia la instructora y esta le indica que espere un minuto ya que se encuentra atendiendo otra exigencia. Al llegar su turno plantea el problema, discuten las probabilidades y ella propone una solución con lo que la mentora queda satisfecha y le otorga la razón ante los rostros pasmados de sus compañeros.

—  Somos ingenieros, pero también somos personas normales y corrientes. Las equivocaciones siempre serán parte de nuestro día a día – aclara con una pedagogía sorprendente —  sin embargo rectificar y señalar nuestros errores para luego superarlos es sin duda el mejor aprendizaje ¡felicidades al grupo!

Los compañeros de Amelia – todos niños ricos y malcriados – la felicitaron por su percepción frente al problema ya que a ellos no se les habría ocurrido.

Considerando el hecho de que el proyecto se debe exponer al final del día y el juez es el dueño de la empresa, a Amelia se le pone la piel de gallina solo al pensar que debe enfrentarlo habiendo sido escogida como la capitana del equipo y por ende la expositora de dicho primer proyecto cosa que le adjudicará un sobresaliente, pero también tendrá que lidiar con el problema de que estará en la mira para el grupo de élite que necesita – o desea – formar Bastián Christopoulos.

—  ¡Ni pretendas que el Jefe se fije en ti zorra! – queda completamente desestabilizada ante el comentario de su desagradable compañera de cuarto —. Sé que viniste con intención de quedarte con todo, las americanas son de ese tipo.

La mano de la americana se estampa contra la mejilla de la rubia y esta jadea ofendida porque no pensó que el resultado de su impertinencia fuese ese. Las personas se aglomeran. El escándalo llega a oídos de Bastián quien entrecierra los ojos ante lo que ve frente a las cámaras ya que algo de eso esperaba en cualquier momento de parte de Belice Sarantos. Sale de la oficina dirigiéndose al comedor antes de que haya algún destrozo.

—  ¡Vuelve a insultarme de ese modo y te irá peor! – advierte Amelia lista para saltarle encima.

—  Señoritas… - la voz del jefe suena como un trueno y la aglomeración se disipa —  ¡a mi oficina, ahora!

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