La noche se hace incómoda para Amelia, la nena se mueve inconsolable y Bastián lo nota. Abraza a su mujer por la espalda acariciando su voluminoso vientre para calmar a su hija que al parecer tiene un temperamento fuerte y temerario porque minutos después su madre grita de dolor porque tal parece que ya desea abandonar la comodidad del vientre.
El teléfono de César suena y lo coge enseguida mientras su novia duerme agitada por cada pensamiento del infierno que pasó mientras estaba secuestrada en aquel calabozo.
— ¿Bastián, que sucede? – indaga con nerviosismo.
— Ya es hora hermano, te necesito aquí porque estoy cagado de miedo – César ríe audiblemente.
— ¡El gran Bastián Christopoulos amedrentado por unos dolores de parto! – ríe mientras sube el vaquero y despierta a Ana — eso tengo que verlo…
— No son los dolores, hay sangre César, mucha sangre…
Y no dice más, se dirigen una vez arreglados a la clínica. Encuentran a Bastián caminando de un lado a otro tratando infructuosamente de