Ahora mismo, el señor López estaba lleno de interrogantes sin respuesta. Creía que Sofía no conocía su origen, que estaba sola en el mundo, pero no era así. Al parecer, todo este tiempo ella había sabido quién era, y ese debía ser el verdadero motivo por el que se escondía de Montenegro y los demás.
Se puso de pie como si le faltara el aire y salió del despacho, dejando a Sofía sin saber qué hacer. Ella se levantó para seguirlo, pero el abogado le indicó con la cabeza que no lo hiciera, y Sofía volvió a sentarse, retorciendo sus manos con nerviosismo.
—¿No crees que él tiene derecho a conocer la verdad, Sofía? —preguntó muy serio—. César es como el hijo que nunca tuve, y aunque pasó eso que dicen que pasó, para mí es la persona más valiosa a la que debo cuidar y proteger sin importar nada.
—¡Pero si se entera, usted sabe lo que hará! —dijo Sofía, desesperada—. Además, ¿y si es mentira?
—Creo que debes ser sincera —contestó con sinceridad. — Fenicio ya sabe una parte y me temo que