290. EN LA RECTA FINAL
Fenicio, junto a Mía en la parte de afuera del despacho, había escuchado todo y sabía que debía esmerarse en la preparación de la seguridad en la residencia Cavendish en Capitalia, que ahora albergaba a la feliz Lady Sabina como una abeja reina en su colmena.
—Mía, tú no vienes conmigo a Capitalia —le dijo muy serio a su prometida—. Yavier, el padre de Sofía, ocupará tu puesto junto a otros hombres. Tú te quedarás aquí.
—Fenicio, mi embarazo aún no es evidente. Quiero ir para ver cómo acaban con esa bruja. Por favor, amor, llévame. Haré exactamente lo que me pidas —suplicó Mía—. Nunca he visto un baile de esos, solo el que organizó la señora Elvira aquí. Déjame ir. Yavier no podrá entrar en el baño de las mujeres y yo sí puedo. Por favor, amor, llévame.
Fenicio la miró y, en un impulso que desafiaba las mismas leyes que él había implementado, la abrazó fuertemente frente a todos, mientras le susurraba:
—Mía, no podré concentrarme si pienso que estás en peligro. Tú y el bebé...