2. UNA NUEVA VIDA

 Sofía se había quedado atónita mirando al señor López sin poder creer que la hubiera aceptado así de fácil, aún cuando ella se había negado. Al parecer lo hacía como un favor a la señora Imelda, a la que se propuso no hacer quedar mal y agradecer más tarde. Nunca más tendría que regresar a ese horrible lugar.

—Muy bien, para iniciar venga conmigo —dijo sin esperar por la respuesta de Sofía, que lo siguió mirando la tarjeta brillar en su mano, hasta una puerta en un costado del despacho que daba a otro —esta es su oficina, como ve, tiene de todo lo que pueda necesitar, su trabajo de hoy será estudiar todas las recomendaciones que le dejó la señora Imelda. Supongo por su título que sabe andar con todo ello. 

—Sí, sí señor, sé todo lo que dice mi expediente, no le mentí —contestó todavía mirando la tarjeta de banco en su mano temblorosa sin creer que: ¡estaba salvada! Imelda no la había engañado.

—Muy bien, mire este teléfono blanco es para cuando llame mi madre, se llama Elvira, solo ella lo utiliza. Estos dos negros son para las cosas del trabajo, y este rojo es para mi vida personal nocturna y es muy confidencial, y solo usted tiene derecho a responder por él —seguía explicando el señor César ante la mirada atónita e incrédula de Sofía—. Esa es mi agenda privada, que nadie debe ver excepto usted y yo, ni siquiera mi madre. Esta otra, es la del trabajo, y esta es la de mi vida social pública como CEO de esta empresa y mi madre. ¿Entendió?

 Sofía tenía una nula experiencia como asistente personal de un gran empresario en la gran ciudad. Por eso, aunque asentía a todo lo que le decía el señor López, estaba muy lejos de comprender a qué se refería con vida personal nocturna. Se dijo que le preguntaría a la señora Imelda. 

 El señor López se había dado cuenta y, en contra de su costumbre, se dedicó a explicarle con detalle lo que tendría que hacer. La miraba con curiosidad mientras hablaba, observando cómo asentía a todo. Estaba a punto de terminar, pero cuando mencionó su horario de vida nocturna, vio que ella le miraba sin comprender. Esto le indicó a sus astutos ojos que Sophia no tenía ni idea de lo que le estaba explicando. Sintiendo que podía estar cometiendo un error, continuó con su explicación.

—Verás, Sofia —comenzó el Sr. López, inclinándose ligeramente hacia delante— el papel de asistente personal es bastante amplio. Te encargarías de gestionar mi agenda diaria, tanto profesional como personal. Esto incluye la organización de reuniones, la gestión de la correspondencia y, sí, incluso la organización de mis compromisos sociales. —Hizo una pausa, notando la confusión en sus ojos.  —Entiendo que esto pueda ser un poco abrumador. ¿Quizá te ayude si te doy un ejemplo más concreto?.

Sofia lo miró agradecida y apenada. Y aunque no quería demostrar que no estaba lista para ese trabajo, asintió vacilante. 

—Sí, por favor, señor. Sería de gran ayuda—dijo nerviosamente

—Bien— continuó López, con tono paciente. —Digamos que tengo una cena de negocios esta noche. Tú te encargarías de confirmar la reserva, de plancharme el traje y de organizar el transporte. Es posible que también tengas que informarme sobre los asistentes y los temas de discusión pertinentes.

 El señor López miró con disimulo como ella asentía según él explicaba todo y sonrió complacido de ver que Sofia iba comprendiendo poco a poco. 

—¿Eso aclara un poco las cosas? —Se detuvo el señor López y le preguntó.

—Creo que sí, señor— respondió Sofia, aunque su voz aún contenía una nota de incertidumbre. —Es sólo que... es muy diferente de lo que esperaba.

 El Sr. López asintió, con una pequeña sonrisa en los labios. La probaría quince día. Pero hasta ahora le parecía una joven muy inteligente, aunque inocente e inexperta en la vida real. 

—Imagino que sí. Tómese su tiempo para pensarlo. Este puesto requiere discreción y dedicación, pero también ofrece importantes oportunidades de crecimiento personal y promoción profesional. —Se detuvo un momento para mirarla y luego continuó. —Sofía, de todo eso, quiero recalcar lo del teléfono rojo y mi vida personal nocturna. Soy un hombre soltero que tiene necesidades que satisfago en silencio. Eso es muy importante, porque usted será la encargada de concertar esas citas nocturnas con las mujeres que le diga, reservar la habitación en un hotel y mandar al otro día el regalo de despedida. Y nunca, escúcheme bien, ¡nunca me repita la misma mujer! ¿Entendido?  —preguntó muy serio el señor López. —Pero sobre todo, jamás ellas deben saber con quién van a tener esa cita. Espero que la señora Imelda le haya dejado todas las instrucciones de cómo actuar, y esta agenda privada deberá traerla con usted sin perderla jamás. Revísela y mire a ver si tengo algo para hoy, es viernes. Así comienza a tomar experiencia, cuando termine, puede retirarse. No la necesitaré durante el fin de semana para que pueda mudarse. Pero a partir del lunes es oficial. Esa tarjeta que le di tiene suficiente dinero para que alquile donde vivir, y se compre todo lo que necesite, usted misma luego se lo descontará de su salario. ¿De acuerdo? 

 Sofía asintió con la cabeza y vio cómo el señor López se alejaba cerrando la puerta que comunicaba sus oficinas. Por suerte para ella la señora Imelda había dejado todo muy bien explicado y no le fue difícil cumplir con todas las exigencias de su jefe. Su primer día de prueba todo lo había dejado arreglado la antigua asistente, por lo que solo tuvo que llamar a la mujer y dejarle todas las indicaciones.  Aunque no le gustaba esa parte del trabajo, lo demás la llenaba de felicidad porque era lo que ella había estudiado y le encantaba hacer.

 Se había alquilado por quince días un pequeño apartamento no muy lejos de la empresa que le permitía ir y venir rápidamente. Era muy modesto por miedo a que no cumpliera con lo que se esperaba de ella y la despidieran en quince días. También, porque todo le parecía extremadamente caro. Éste era en un edificio viejo, sobreviviente ante los enormes nuevos que lo rodeaban, y tenía un hermoso parque al frente.  Pero sobre todo, de seguro que allí sus perseguidores no la encontrarían. ¿O sí?

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