138.  CONTINUACIÓN
Montenegro apagó su habano, su expresión inmutable. Luego lanzando una mirada de entendimiento a Delia, inició a hablar.

—Estamos tan desconcertados como ustedes, oficial. Llegamos a la habitación de nuestra madre y hermana para encontrarla vacía y a esos hombres en el suelo.

—¿Los hombres enmascarados no vinieron con ustedes? —preguntó otro oficial, su tono acusatorio.

—No tenemos nada que ver con ellos —respondió Delia. —Nosotros también queremos saber quiénes son. Pero exijo que me digan dónde está mi madre.

La sala se llenó de murmullos mientras los oficiales intercambiaban miradas. La situación era complicada, y estaba claro que Delia y Montenegro estaban en medio de un caos mayor del que habían anticipado. El director del hospital, que había sido informado por Fenicio sobre la verdadera identidad de Delia y Montenegro, hizo su entrada en la habitación.

—Señora Delia —dijo con una voz gélida— su madre no está en este hospital, ni en ningún otro, ya que hace muchos años que
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