104. CONTINUACIÓN
En respuesta a sus palabras, López se inclinó hacia Sofía, sus ojos nunca abandonando los de ella. Había una promesa silenciosa en su mirada, una que hablaba de respeto y amor, pero también de un miedo sutil.
El aire entre ellos pareció cargarse, las emociones flotando en el espacio como partículas invisibles. Había una electricidad palpable, una anticipación que hacía que el corazón de Sofía latiera con fuerza en su pecho.
Cuando finalmente sus labios se encontraron, no fue el contacto físico lo que la abrumó, sino la cascada de emociones que lo acompañaba. El beso era suave, casi reverente, una afirmación de su afecto mutuo y un reconocimiento de los miedos que aún debían superar.
El respeto que sentía por ella era evidente en la suavidad de su contacto, en la forma en que su mano se posó delicadamente en su cintura. El deseo era palpable en la forma en que su cuerpo se inclinaba hacia ella, buscando una mayor cercanía mientras mantenía una distancia respetuosa.
El miedo, sin