show

•Samuel•

Sin pensarlo más la beso de una manera que jamás imaginé. Estoy completamente jodido...

Mi cerebro en ese momento no reacciona, no ve culpas, solo se sumerge en ese beso. Sus cálidos labios me reciben gustosos, subo una mano a su rostro y acarició su suave piel, con la otra la apegó más a mí, siento el calor de su cuerpo que tanto me gusta, y su corazón late fuerte, devoro sus labios y atrapó su labio inferior entre mis dientes dándole una suave mordida que la hace gemir y en ese momento me obligó a abrir mis ojos.

Estoy duro y tuvo que sentirlo, me alejo de ella.

¡Mierda, es mi hermana!, ¿¡Qué estoy haciendo!?

No, Sam... Esto no está bien, soy un completó enfermo.

Sus ojos dorados me consumen y sus mejillas están sonrojadas, pero sus ojos... ¡Joder! No sé, leerlos; reflejan confusión y a la vez tienen algo más..., decepción, es eso, debe estar pensando lo peor.

Soy su hermano mayor. Su único hermano, la he criado como mi hija.

Y, esto..., es un maldito error.

Comienzo a caminar de un lado a otro pasando las manos por mi cabello.

 La he cagado joder y en grande.

Giro y Sara sigue en el mismo sitio, sus ojos están vidriosos luchando contra sus lágrimas.

—Sam... — susurra, no quiero seguir mirando sus ojos y le doy la espalda —. Sara..., no sé qué m****a hice. Discúlpame.

Siento su mano tocar mi espalda.

 —Yo..., yo, no lo siento, Sam —Cierro mis ojos con fuerza. Esto no puede ser: —Vete al coche. Déjame unos minutos a solas.

—¡No!— se quejó.

—¡Sara!... ¡Obedece!, ¡y olvida esta m****a que acaba pasa! —levante la voz.

 ¡Joder!... Casi nunca hago eso, sus ojos en un dos por tres están inundados de lágrimas.

Levantó su barbilla con mi dedo índice y sus labios están temblorosos y se aparta de mí toqué.

—Ok, Samuel... Lo olvidaré.— sentenció y forzó una sonrisa.

¡Joder! No le digo nada. Pasa por mi lado y sus plataformas resuenan al caminar.

Me observó en el espejo que está frente a mí. Justamente hoy, tenía que cometer la más grande de mis cagadas, no puede pasar otra vez.

Salgo del apartamento y camino hacia el estacionamiento y Sara está apoyada en el coche, pasa el dorso de su mano por sus mejillas, me duele verla de esa manera y todo por mi culpa.

Subimos, hago rugir mi Ferrari mientras el silencio inunda todo su interior.

No digo nada y ella tampoco, no sabría qué decir. Estos serán los 30 minutos de viaje más largos hacia la Playa Wollaston.

La detallo de vez en cuando y juega con sus delgados dedos, está inquieta. Vuelvo a fijar mi vista en el camino, la corbata me asfixia, me deshago el nudo y la lanzó a la parte de atrás.

En ese momento sus hermosos ojos, café dorados, se cruzaron con los mío y juro que todo se detuvo al notar la tristeza, que gritaban al mirarme.

Extiendo mi mano y acarició su mejilla y sus ojos se cerraron al sentir mi tacto, luego sostengo su mano y así estuvimos todo el viaje, media hora después, llegamos a la casa de la playa; digamos casa para ser humildes, pero es una quinta.

Me estaciono frente a ella y apago el coche.

—Cariño, disculpa por como te levanté la voz — manifiesto y dejo un beso en sus nudillos.

Quiero que todo esté sin tanta tensión, por qué las escorias que están adentro no deben notar que está pasando algo.

—Tú también discúlpame por llamarte Samuel, sé que te molesta.

Baja su mirada y acercó mi mano y tomó su mentón y la hago mirarme.

—No tienes que disculparte —Me regala una débil sonrisa—, por favor, Sara. No le menciones nada de lo que pasó a Maikol—asiente, sostiene mi mano en ese momento—. Vamos, muero por ver la ropa de la realeza que deben de tener puesto tío Manuel y tía Greta. —bromeó.

Viéndolo bien, yo también quiero verlos ¿Quiénes van a un almuerzo en la playa así vestidos?

Debemos estar tan pulcros como ellos deben estar. Y, mejor es esto, a escuchar sus críticas y que me hagan perder la decencia y decirles cosas que tengo bien, pero muy bien guardadas.

•Sara•

Su aliento, su loción, sus labios y sus grandes manos pegándome más a él. Me hicieron viajar a otro continente, nunca imaginé que un beso de Sam, se sintiera de tal manera.

De esas que te llevan al espacio y te olvidas de regresar a la tierra, con una intensidad que me hace creer que debe sentir lo mismo que siento yo.

Mi estómago en ese momento dio un giro y mi cuerpo en un cosquilleo eterno que viajó hasta en mi intimidad que palpitaba como nunca y eso me alarmó un poco, aunque me gustó, ni con mi primer dizque novio sentí algo parecido (dizque, por qué solamente duró dos semanas).

Mis viejos sentimientos sentían que cobraban vida dentro de mí, eso sí, me aterraba. Los oculté en un cajón en el fondo de mi corazón, no podía volver a sentirlo, no podía.

Todo fue reemplazado del golpe por tristeza, la forma en que después reaccionó Sam me dolió... Me sentí rechazada, cuando fue él quien me besó.

En el camino me taladraba algunas veces con la mirada, y lo ignoraba, pero hubo un momento nuestras miradas hicieron Clic, como en una historia de ese cliché que, él mismo, maneja y me permite leer antes que la editorial la publique en físico, gran ventaja de ser la hermana del dueño de las mejores editoriales del país.

Pude ver la tristeza y el tormento en sus ojos, se debe estar juzgando de una manera animal el mismo.

Caminamos a la entrada, y agarra mi mano dándome una sonrisa lobuna y sexy, no puedo evitar sonrojarme, este hombre es un Dios griego.

Toca el timbre y nos recibe tía Greta, con su sonrisa mostrando sus dientes blancos y perfectos. Sus ojos azules perfectamente maquillados y lleva un vestido de brillos de color negro, con abertura en V, hasta su ombligo, superajustado a su conservado cuerpo (no lo pudo negar, se ve muy bien) más su cabello rubio perfectamente alisado.

—Mi niña, cómo has crecido—manifestó, apretándome con un fuerte abrazo, rompo el abrazo algo incómoda y miro a Sam, antes de responder —. Yo también me alegro de verte.

En eso se fija en Sam y levanta su rostro para mirarlo, sus ojos azules brillan y da un largo suspiro sonriéndole. Sam tiene la peor cara que pudo poner, con sus cejas pobladas fruncidas y su mandíbula tensa. Con su voz varonil, la saluda:

—Hola, Greta. Me alegró de verte también — No tiene ni una pizca de emoción.

 ¡Por favor, Sam! ¡Sé nota tu alegría a kilómetros!

—Sam... Estás muy maduro y hermoso, cariño. Y, muy sexy —vaciló Greta sonriendo con picardía y palpó su pecho.

 Al entrar todo está cambiando, han hecho remodelaciones, la escalera ya no es de madera, es en forma de caracol de cristal, la chimenea ni hablar, todo está muy hermoso, cuando mis ojos se detienen en el sofá. Y, esa voz me hace chillar...

—¡Carameloooo de melocotón! —Maikol, me llama por el raro apodo que tanto me gusta.

Se levantan del sofá; está hermoso ¡OMG! Se dejó crecer la barba, está perfectamente, recortada. Su traje chándal rojo vino, lo hace ver de revista. Su cuerpo, al igual que el de Bryan, tiene más músculo.

 Se acerca, me lanzó en sus brazos, me alza sin problemas. Le dejó decenas de besos en sus mejillas y su barba, me hace cosquillas.

 —¡Guau, qué hermoso estás mi Adonais!

 —Tú también, caramelo. Estas que ardes, que cuerpa te ha salido niña — expreso y me da una nalgada, me sonrojo.

Sam aparece, se acerca y le da un fuerte abrazo y pregunto ¿por qué con Maikol, él, es diferente y no lo detesta como a Bryan?

Maikol es muy diferente a Bryan, tanto en el físico como en su forma de ser; él es dulce, respetuoso, alegré y muy buen analizador, siempre tiene una palabra de aliento para ti. Por algo es psicólogo.

En cambio, Bryan es un poco gruñón, odioso, altanero, pero aparte de eso es buena persona.

Hablando del rey de Roma, viene bajando las escaleras. Observó a Sam y su mandíbula se tensa al instante y Maikol, ruedas los ojos.

 Bryan llega a nuestro lado y palmea el hombro de Sam y sus ojos azules caen en mí y me tma de una mano haciéndome girar.

 —Estás preciosa, niña. Aunque la palabra "niña" está de más. —corrigió pícaramente.

Está muy guapo también, lleva un pantalón de seda negro ajustado y una camisa blanca de vestir. Con los primeros botones sueltos, mostrando su gruesa cadena de oro.

De todos, él, es el más informal, siempre será el rebelde sin causa.

Tía Greta nos invita a pasar a la sala y me asiento al lado de Sam y colocando una mano en mi pierna de forma posesiva y vuelvo a sentir ese hormigueo en mi cuerpo ¡diablos! Maikol a mi derecha, mientras Bryan se mantiene de pie, junto a tía Greta.

 En eso llega tío Manuel, con su traje negro, su aura arrogante. Manuel es un hombre tosco, alto, de hombros anchos y con un cuerpo bien cuidado, no aparenta su edad. Me deja un beso en la mejilla, me halaga que estoy hecha una mujer.

Nos sirven algo de vino, bueno para ellos a mi jugo de manzana y el timbre vuelve a sonar, escucho como Bryan ríe irónico y murmura burlón:

—Que comience el show...

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