Una noche, eso era todo lo que él podía darle. En la línea trabajo Leo Bishop, las distracciones son un lujo que no se pueden permitir. Por eso, cuando conoce a Antonella, lo único que está dispuesto a darle es una noche juntos. Eso no hace que se sienta menos decepcionado cuando despierta al día siguiente y descubre que ella se ha ido. Cinco años han pasado desde aquel momento robado, y ambos han seguido adelante con sus vidas. Sin embargo, el destino los reúne nuevamente. Esta vez Leo no podrá resistirse a la atracción que siente hacia ella. La dejó escapar una vez, pero no volverá a cometer el mismo error. Está decidido a mantener a su pequeña fugitiva, sin importar cuánto tiempo le lleve convencerla de que son el uno para el otro. Aunque tendrá que comenzar a ser honesto porque Antonella no va aceptar nada más que la verdad. Mientras él se debate para decirle la verdad, el peligro los acechará.
Leer másUna suave brisa se filtraba por las por las cortinas entreabiertas mientras la luz del día empezaba a iluminar la habitación. Leo se despertó lentamente, recordando los sucesos de la noche anterior y una leve sonrisa adornó su rostro. La sensación de lo vivido aún vibraba en su piel y el deseó no tardó en consumirlo.
Se dio la vuelta y la sonrisa abandonó su rostro, su emoción remplazada por la decepción. El lado junto al suyo estaba vacío y el único recuerdo que quedaba de Antonella era las sábanas arrugadas. Estiró la mano y tocó la superficie. Estaba fría, así que ella debía de haberse marchado hace un buen rato.
No podía creer que no se hubiera dado cuenta cuando Antonella se marchó considerando que siempre se despertaba al mínimo ruido. Sus años de experiencia lo habían vuelto cauteloso y estaba acostumbrado a estar listo para cualquier eventualidad. Un vistazo al reloj sobre el velador le reveló que no solo se había quedado completamente dormido, sino que también había dormido hasta tarde.
Se incorporó y las sábanas dejaron al descubierto una leve mancha de sangre.
—Nunca he hecho esto. —La voz de Antonella resonó en su cabeza y fue transportado a la noche anterior.
—Tampoco acostumbro irme a la cama con mujeres al azar. —Leo se inclinó y cubrió los labios de Antonella con los suyos. Eran suaves y fácilmente podrían volverse adicto a ellos.
—No me refiero a eso —dijo ella, con la respiración entrecortada—. Yo… yo nunca he estado con ningún hombre.
Leo se detuvo y la miró directo a los ojos. Había notado su inocencia en cuanto la conoció, pero escucharlo de sus labios activó un sentido primitivo en él.
—¿Estás segura de que quieres continuar? —se obligó a preguntar, deteniendo su exploración.
Antonella tardó unos segundos antes de asentir.
Leo tenía grabado a fuego en su memoria lo que había sucedido después. La imagen de Antonella tendida debajo de él, los gemidos de placer y la arrolladora explosión que sintió cuando llegó a la cima del éxtasis.
La noche anterior había sido increíble, más de lo que había esperado. Una parte de él le insistió que saliera a buscarla, pero la más racional le recordó que no tenía nada más que ofrecer. Una noche, eso era lo único que se había prometido cuando se acercó a ella. Su trabajo, no le permitiría más. Para comenzar, ya había roto una de sus propias reglas al acercarse a Antonella cuando estaba allí por una misión. Continuar rompiendo las reglas solo podía ocasionar problemas.
Su celular comenzó a sonar desde algún lugar de la habitación, sacándolo de sus pensamientos. Buscó el origen con la mirada y encontró el aparato encima de su ropa, que ahora yacía doblada sobre el sillón. Antonella debía de haberla recogido antes de irse. De nuevo se preguntó cómo es que no la había escuchado moverse.
—¿Qué sucede?
—Se reunirán al medio día. Te enviaré las coordenadas.
—Está bien —dijo y dio por terminada la llamada.
Con un suspiro resignado, se pasó una mano por su cabello desordenado y se dirigió al baño. Relegó los pensamientos sobre Antonella a un rincón de su mente, guardándolos para cuando estuviera solo, y se concentró en la misión que lo había llevado hasta allí.
Se dio una ducha y se vistió con prisa. Sus pensamientos ya centrados en su próximo objetivo. De pie en la puerta, miró la habitación una última vez y una sensación de vacío lo invadió. No era solo la ausencia física de Antonella, era algo más profundo, más íntimo. Había sentido una conexión entre ellos, algo más complejo que el simple deseo físico.
Sacudió la cabeza y se forzó a alejarse de aquel lugar.
—¿Cómo me veo? —preguntó Antonella, girando al escuchar la puerta del baño abrirse.Leo la observó detenidamente, sus ojos recorriéndola lentamente. Antonella sintió sus piernas flaquear ante la intensidad de su mirada.—Estás tan hermosa como siempre —respondió finalmente Leo, avanzando hacia ella.—Detente justo ahí. Puedo ver tus intenciones reflejadas en tus ojos.—¿Ah, sí? ¿Y cuáles son? —Leo esbozó una sonrisa ladina.—No finjas que no lo sabes. —Antonella le dio una mirada severa, o al menos esperaba que lo fuera—. Ya perdimos suficiente tiempo cuando decidiste colarte en la ducha mientras me bañaba.—No escuché quejas en ese momento, solo gemidos.El rubor subió a las mejillas de Antonella. Incluso después de tantos años juntos, él todavía lograba hacerla sonrojar. Leo continuó acercándose, hasta que finalmente la alcanzó. Sus manos rodearon suavemente su cintura, y se inclinó hacia ella antes de besarla con posesividad.—Nunca me canso de besarte —murmuró contra sus labios, y
Leo colocó a su hija, Alessia, en la cuna con delicadeza, cuidando de no hacer ningún movimiento brusco que pudiera despertarla, algo difícil de hacer cuando sostenía a su hijo, Nicolás, en el otro brazo, quien dormía con la misma serenidad. Después de semanas de práctica, finalmente dejaba de sentirse incapaz de criar a dos bebés al mismo tiempo.Después de acomodar a los gemelos en la cuna doble, se quedó a un lado, observándolos dormir. Se veían tan tranquilos que resultaba difícil creer que apenas una hora antes habían causado un alboroto porque su madre se había demorado unos segundos en alimentarlos.—¿Cuándo crees que pueda jugar con ellos? —preguntó Joseph.Leo giró la cabeza y vio a su hijo mayor de pie junto a los pies de la cuna, con el mentón apoyado en el borde de madera, observando a los gemelos. Para su edad, ya era más alto que el promedio, y Leo estaba seguro de que algún día alcanzaría su estatura.—En algunos meses.Joseph frunció el ceño, un puchero formándose en su
Antonella no podía dejar de sonreír mientras observaba a Leo bailar. Los dos habían tenido su oportunidad de bailar juntos y después Antonella había bailado tanto como con su padre y el de Leo, antes de que aquel baile sorpresa comenzara. No era una imagen que habría esperado, y por supuesto, le sorprendió lo bien que él se movía. ¿Acaso había algo que no hiciera bien? A su lado, Vincenzo y Gio, también se movían al ritmo de la música. Se pregunto cuándo se habían reunido para ensayar, ya que los tres estaban muy bien coordinados.A su lado, su gemela soltó un chillido cuando Leo hizo una voltereta perfecta para atrás.—Es mucho mejor de lo que esperaba comentó —dijo Sienna, aplaudiendo—. Espero que el camarógrafo este grabando esto. Pienso reproducir el video cada navidad.—No puedo creer que consiguieras que aceptaran, en especial Gio —comentó Antonella, sin dejar de prestar atención al espectáculo.—No fue tan difícil como crees. A Leo solo tuve que decirle que te gustaría verlo ba
—Les dije que no tardaría en darse cuenta —dijo Sienna pasando en medio de su madre y de Mariella con una enorme sonrisa en el rostro—. Vamos, vamos. Hay mucho que hacer y poco tiempo. —Su hermana la tomó del brazo y la llevó a la sala—. Es tu gran día y debes lucir estupenda.—¿Desde cuándo lo saben? —preguntó Antonella, todavía aturdida.—¿Qué terminarías casándote con ese bombón de chocolate? Desde la primera vez que lo vi mirarte. Parecía querer comerte allí mismo y…—¡No! —interrumpió Antonella, con un leve rubor en las mejillas. Miró a su mamá y a Mariella que tenían una sonrisa divertida en el rostro—. Quiero decir, ¿desde cuándo saben que él me iba a proponer matrimonio ayer y que estaba organizando una boda sorpresa?—Ah, eso. Alrededor de un par de meses —respondió Sienna, con una sonrisa cómplice—. Leo le pidió ayuda a mamá y Mariella con los preparativos de la boda. Yo lo descubrí poco después y, por supuesto, me ofrecí a darles una mano. ¿Recuerdas las constantes pregunta
La brisa del mar acariciaba suavemente el rostro de Antonella, mientras las olas se rompían a escasos pasos de donde estaba. El sol, en su lento descenso hacia el horizonte, bañaba el cielo con una paleta de dorados y rosados que se reflejaban en el agua, creando un paisaje que parecía salido de un sueño.Una sonrisa se dibujó en su rostro cuando el aroma tan familiar de Leo llenó sus sentidos, justo antes de sentir sus brazos fuertes rodearla desde atrás, atrayéndola hacia su pecho. Antonella recostó la cabeza en su pecho y disfrutó de la calidez que le brindaban los brazos de Leo.—Comenzaba a extrañarte —dijo en voz baja para no romper el hechizo que los envolvía.—Y yo a ti, sweetheart. —Es tan hermoso como la primera vez que estuvimos aquí, ¿verdad? —preguntó Antonella, con la mente llena de recuerdos de la primera vez que se vieron, en aquel mismo lugar.Leo también pensaba en aquel día. Aunque el tiempo había pasado, los recuerdos seguían siendo nítidos, como si hubieran ocurr
Leo observó en silencio al hombre sentado frente a él, ocupando el lugar que antes pertenecía a Dettori. La pregunta de qué había sucedido con su antiguo jefe cruzó brevemente su mente, pero no le dedicó un segundo pensamiento.—Tus hombres me dijeron que querías verme —dijo, echando un vistazo a su reloj—. Pero aún no has mencionado el motivo. Tengo cosas que hacer, así que será mejor que te apresures.El hombre esbozó una sonrisa ladeada.—Parece que les diste una buena lección a mis hombres.—Aparecieron en la puerta de mi casa y me exigieron que los acompañara. Después de lo que sucedió mi último día aquí, no podía confiar en que sus intenciones. Sinceramente, podría haber sido peor para ellosEl hombre soltó una carcajada.—He revisado tu historial, y estoy convencido de que así es. Creo que aún no nos hemos presentado formalmente. Soy el agente Fusco, el nuevo director de la organización.—¿Qué pasó con Dettori?—Fue reasignado después de que se descubrieran algunas irregularida
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